domingo, 19 de febrero de 2017

EDUCAR NIÑOS SANOS


Hoy he visto una foto compartida en una red social, y me gustaría compartirla.


Hace poco, ha habido noticias de padres que se ponen agresivos en los partidos de fútbol de sus hijos. Son actos que no podemos consentir, y mucho menos, enseñar a los niños. Un partido es un juego, es para disfrutarlo, entretenerse...

Pero, ¿por qué ocurre? Realmente, no puede saberse. Nadie sabe lo que se les pasa a esos padres por la cabeza en ese momento, ni la situación que están viviendo ni qué hace que reaccionen así. Pero  hay cambios en la sociedad que nos pueden dar una idea de qué puede estar pasando.

1. Sobreprotección. Es la tendencia a evitar cualquier problema a un hijo (por así decirlo... solucionarle la vida). Puede ir desde atarle los cordones de las zapatillas aunque ya sepa hacerlo, a gritarle a un profesor porque le ha castigado. La consecuencia de esto es que el niño se acostumbra a no hacer nada, a que siempre le resuelvan sus problemas, y cuando comete errores, a que se les proteja de las consecuencias. Esto no es bueno, en primer lugar, porque no aprenderán a ser personas independientes, activas y resolutivas, no sabrán enfrentase a la vida. En segundo lugar, no aprenderán lo que no tienen que hacer, porque cuando hagan algo mal o que no deben, no tendrá consecuencias para ellos. Conseguirán aquello que querían en ese momento, y no importará lo que eso haya podido provocar.
2. "Yo quiero que mi hijo tenga todo lo que yo no tuve" = Consentirlo. Hay una parte fundamental en el desarrollo de los niños que puede pasar desapercibida... la frustración (no tener/conseguir aquello que se quiere). Todos los niños pequeños quieren tener cosas, se encaprichan enseguida de cualquier juguete o cualquier chuchería. Son pequeños y no entienden que el dinero se acaba, ni lo mucho que cuesta conseguirlo. Por eso tienen rabietas cuando no les damos lo que quieren. Se sienten muy mal porque quieren algo y nosotros no se lo damos. Pero el hecho de que se queden con las ganas les va enseñando algo vital: no se puede tener todo en la vida. Por eso, si siempre se consienten sus caprichos, se les compra cosas constantemente, y se les regala todo lo que piden, no llegarán a aprender ese mensaje de la vida en la infancia. Crecerán pensando que la vida, que el mundo, que nosotros, estamos ahí para satisfacerlos siempre. Y llegará un momento en que no podremos hacerlo. Entonces, Tendremos a un niño/a de 15, 16, 17, 20... años con rabietas. Un adolescente que no puede tolerar no tener algo que quiere, y que puede recurrir a la violencia para conseguirlo, porque no puede aguantar no tenerlo. No ha aprendido a hacerlo.
3. "Con el poco tiempo que paso con él, no quiero que esté castigado" = Falta de normas. Hace años, muchas familias podían vivir con el trabajo del padre, mientras la madre se quedaba en el hogar cuidando de los hijos. Hoy en día, sea por la situación económica, que obliga a ambos padres a trabajar; bien porque las madres quieren desarrollarse profesionalmente, lo que ocurre es que los niños son educados prácticamente en el colegio. Pero esto no es suficiente. El pilar básico de la educación es la familia, por la relación de los niños con los padres; y porque no sirve que en el colegio se les enseñen normas si en sus casas no las hay. Los padres de hoy en día pasan poco tiempo con sus hijos por el trabajo, y por eso, quieren pasarlo bien con ellos cuando pueden verlos. Es algo completamente comprensible, pero es algo completamente insano para sus hijos. Si un niño se comporta mal, hay que regañarle, y castigarle si es necesario. Un niño que crece sin normas no las aceptará nunca, y la vida, el trabajo... están llenas de ellas. Sin normas, lo único que aprende un niño es que puede hacer lo que quiera porque nunca pasa nada por ello. Y eso, sólo hará que no se adapte ni en los estudios, ni en el trabajo, ni en la sociedad.
5. "Mi hijo va a ser..." = Altas expectativas. Hay padres, en cambio, que pecan en el otro sentido. Quieren que sus hijos consigan ser los mejores: médicos, abogados... lo que ellos mismos no pudieron ser. Para eso, le llevan a muchas actividades extraescolares, le exigen que saquen notas elevadas... Son tan exigentes que pueden generarle más problemas por las exigencias (angustias, tristeza... por exigirle más de lo que puede dar) que conseguir que se desarrollen. Ningún niño puede ser bueno en todo. Ningún niño puede dedicar todo su tiempo a una única actividad. Todos los niños necesitan descansar y jugar. Convertir una actividad lúdica (como el fútbol) en una competición y una exigencia, le quita todo el placer. Ya no es divertido, ya es una obligación. Ya no es "pasar un rato con mis amigos", ya es "tengo que marcar gol y ganar".

¿Qué podemos hacer para que esto no ocurra? Amor, comprensión y normas
Un amor incondicional, que dé confianza al niño, que se sienta seguro para avanzar, sabiendo que si se cae y no se puede levantar, le ayudaremos,
Comprender que nadie es perfecto, que los niños también tienen dificultades, que sufren por no poder conseguir todas las metas que tienen que alcanzar... Y hacer que ellos sepan que los comprendemos.
Y normas, para que sepan que la vida no es fácil, que no siempre podrán tener todo lo que quieran o se propongan, pero que con esfuerzo, sí podrán conseguir por ellos mismos muchas cosas.

domingo, 12 de febrero de 2017

CUIDAR O... ¿DESCUIDAR?


Hoy en día es muy común tener a alguna persona mayor dentro de la familia que necesite cuidados. La población española tiene un alto porcentaje de mayores, y tiende a ir en aumento. Esto implica que en un futuro, habrá más mayores, que necesiten cuidados (es decir, personas dependientes). Al mismo tiempo, los mayores prefieren ser cuidados por sus familiares; y muchos familiares piensan que dejar a sus mayores en manos de otras personas es como abandonarlos. Todo esto, junto con la situación económica en la que nos encontramos, hace que, en muchos casos, la familia decida hacerse cargo personalmente del cuidado de los mayores.

Esta decisión es un acto altruista y hermoso, en el que se decide cuidar al otro con mimo y dedicación. Pero no es tan fácil. En la mayoría de los casos, el cuidador sufre sobrecarga (tiene que atender las antiguas tareas que realizaba más las que hace ahora de su familiar, tiene más estrés, duerme peor, tiene menos tiempo libre, se divierte menos...). Y, también se suman las dificultades de adoptar un nuevo rol entre el cuidado y el cuidador. Es decir, al principio, es el mayor, el padre/madre el que brinda cuidados y ayudas al menor, al hijo/a; pero cuando envejece, cambian las tornas: la persona mayor, que ayudaba, que era independiente y que hacía su vida, ahora depende de otras personas (los hijos/as), que toman decisiones por él/ella, que hacen las cosas de forma distinta a como él/ella lo hacían... Y el hijo/a, que tenía su independencia, sus tareas y rutinas, que recibía ayuda de sus padres, ahora, tiene que cuidar de ellos, tomar decisiones y dedicarles el poco tiempo libre que tienen a ellos. Esto no es para nada sencillo. Es volver a convivir con una persona con la que ya no vivías desde hace años, con rutinas distintas, distintas formas de pensar y distintos ritmos.

Además, hay otro problema: los cuidadores no están preparados para cuidar. Nadie les ha enseñado cómo atender a un mayor. Por eso, muchas veces surgen problemas evitables. Uno de los más importantes y más comunes es que el cuidador, en su afán por cuidar y hacerlo bien, cuida en demasía. Esto hace que la persona cuidada se vea sobreatendida, recibe más cuidados de los que necesita, y se acomoda, se deja cuidar. Así, el cuidador se sobrecarga, pero lo peor es que la persona cuidada, cada vez, hace menos cosas: se vuelve más dependiente, y al final, más demandante. En resumen: al no saber cuidar, se cuida de más, y esto es malo para ambas partes. Vamos a ver posibles ejemplos que pueden ocurrir:

- Ana, de 80 años, tiene un pequeño incidente en casa: se le quema la comida y salta la alarma de humos. Sus hijos se enteran de lo ocurrido y, por miedo a que vuelva a suceder, deciden hacerle ellos la comida a partir de ahora. Ellos toman la decisión de que su madre no va a volver a cocinar. Evidentemente, evitan que vuelva a haber un accidente, pero hacen que su madre dependa completamente de ellos para las comidas, y ellos tienen más trabajo que hacer. Además, su madre puede sentirse inútil por no poder hacer algo que ha hecho toda su vida. Una posible alternativa sería que los hijos ayudaran a su madre a cocinar. Que fueran a su casa y supervisaran lo que hace su madre, o la dieran ciertas tareas para hacer, y ellos se encargaran de las más complejas. Por ejemplo, si van a hacer una tortilla de patata, Ana podría batir los huevos y pelar las patatas, y ellos encargarse de vigilar el fuego y dar la vuelta a la tortilla. Así, Ana sigue sentiéndose útil, se entretiene. Sus hijos no tienen tanto trabajo como haciendo ellos la comida por completo. Y, además, así pueden disfrutar de una actividad juntos.

- Pepe tiene 75 años. Vive solo. Le cuesta bastante vestirse y asearse, y como sale poco de casa, cada vez lo hace menos... y cada vez le cuesta más. Sus hijos han decidido ir por las mañanas a su casa para lavarle y vestirle, porque si no, se queda con el pijama todo el día puesto. Como todos trabajan, siempre van con prisas, y le sacan la ropa para ponerse y le arreglan ellos por completo para tardar menos. Ahora, los fines de semana, como sus hijos van más tarde, Pepe se queda en la cama, sin desayunar, aunque tenga hambre, porque sus hijos le dejan el desayuno en el microondas antes de marcharse. Pepe sabe usarlo, pero le cuesta un poco coger la taza del armario, así que, decide esperar a que se lo den hecho. Una alternativa, sería, por ejemplo, ayudarle a elegir la ropa que se va a poner al día siguiente, que Pepe se despertara con una alarma y se fuera vistiendo en lo que puede (por ejemplo, ponerse los pantalones y que sus hijos le ayuden con los calcetines). En cuanto a lavarse, pasaría lo mismo: si a Pepe le cuesta peinarse, le pueden ayudar, pero puede lavarse él solo la cara. Y en cuanto al desayuno, pueden cambiar el orden de los utensilios de la cocina para que Pepe alcance bien la taza y no se tenga que agachar para coger la leche o las galletas, y así, se pueda preparar él el desayuno.

La idea básica sería intentar promover la autonomía de los mayores. Está claro que por la edad, habrá cosas que no puedan hacer por problemas de movilidad, por ejemplo, pero siempre hay parte de la tarea que podrán hacer, y cuanto más tiempo se mantengan activos, mejor se sentirán ellos y mejor estarán sus familiares. Entonces, ¿cómo promover que nuestros familiares sigan activos?
  1. Que hagan todo lo que puedan hacer. Animarle a que siga haciéndolo. Frases como "sé que te cuesta, pero sé que puedes hacerlo", le dará confianza en sus posibilidades. Felicitarle por sus logros (por ejemplo, elogiarle por lo bien que se ha arreglado) hará que el mayor se motive por seguir haciendo las cosas por sí mismo.
  2. Ayudarle sólo en lo necesario. Si puede hacerlo pero tarda, sólo es cuestión de darle el tiempo que necesita. Respetemos sus ritmos.
  3. Hacer que mantenga responsabilidades en función de lo que puede hacer. Esto le hará sentirse útil y tendrá una mejor autoestima. Las tareas deben estar adaptadas a sus capacidades y, también ayuda que sean tareas que ya hiciera antes.
  4. Las instrucciones, cuanto más sencillas, mejor. Si por ejemplo, vamos a ayudarle a hacer una tortilla de patata, y le decimos "yo me encargo del fuego y tú de lo demás", será más difícil para él/ella, que decirle "ve pelando estas patatas".
  5. Tener una buena imagen es positiva para él/ella, aunque no salga de casa. Hará que se sienta mejor consigo mismo/a.
  6. Es mejor que esté entretenido. Jugar a las cartas, al dominó, leer, hacer punto/ganchillo son una forma de que se mantengan sanos y activos, y tendrán mejor estado de ánimo.
  7. Implicarle en decisiones que tengan que ver con ellos les hace sentir control sobre su vida y favorece la autonomía (por ejemplo, en la ropa que se va a poner, qué prefiere comer, o cómo quiere mover los muebles de la casa, si prefiere salir a la plaza o al parque...). No se trata sólo de preguntarle, también hay que respetar su opinión sobre el tema, en la medida de lo posible.
  8. Tener en cuenta las rutinas que tenía el mayor antes, y seguirlas, ayuda a que siga realizando esas actividades. Ayuda el tener en cuenta sus preferencias. Si se siente cómodo, le será más fácil hacer cualquier actividad que si lo hace a disgusto o porque otros se lo imponen de esa forma.
  9. Es importante acomodar el hogar al mayor (poner más luces, evitar objetos por el suelo, poner ayudas técnicas). Esto facilita que se pueda mover con mayor comodidad y facilidad. También son importantes los servicios de telealarma o teleasistencia.
  10. Intentar respetar su intimidad en la medida de lo posible. Cosas como llamar a la puerta de la habitación o el baño y esperar su respuesta para entrar, o dejarle solo si así lo quiere, le hará sentir que tiene intimidad, que tiene un espacio para él y que nosotros lo respetamos. Le hará sentirse más cómodo.