Hoy en día es muy común tener a alguna persona mayor dentro de la familia que necesite cuidados. La población española tiene un alto porcentaje de mayores, y tiende a ir en aumento. Esto implica que en un futuro, habrá más mayores, que necesiten cuidados (es decir, personas dependientes). Al mismo tiempo, los mayores prefieren ser cuidados por sus familiares; y muchos familiares piensan que dejar a sus mayores en manos de otras personas es como abandonarlos. Todo esto, junto con la situación económica en la que nos encontramos, hace que, en muchos casos, la familia decida hacerse cargo personalmente del cuidado de los mayores.
Esta decisión es un acto altruista y hermoso, en el que se decide cuidar al otro con mimo y dedicación. Pero no es tan fácil. En la mayoría de los casos, el cuidador sufre sobrecarga (tiene que atender las antiguas tareas que realizaba más las que hace ahora de su familiar, tiene más estrés, duerme peor, tiene menos tiempo libre, se divierte menos...). Y, también se suman las dificultades de adoptar un nuevo rol entre el cuidado y el cuidador. Es decir, al principio, es el mayor, el padre/madre el que brinda cuidados y ayudas al menor, al hijo/a; pero cuando envejece, cambian las tornas: la persona mayor, que ayudaba, que era independiente y que hacía su vida, ahora depende de otras personas (los hijos/as), que toman decisiones por él/ella, que hacen las cosas de forma distinta a como él/ella lo hacían... Y el hijo/a, que tenía su independencia, sus tareas y rutinas, que recibía ayuda de sus padres, ahora, tiene que cuidar de ellos, tomar decisiones y dedicarles el poco tiempo libre que tienen a ellos. Esto no es para nada sencillo. Es volver a convivir con una persona con la que ya no vivías desde hace años, con rutinas distintas, distintas formas de pensar y distintos ritmos.
Además, hay otro problema: los cuidadores no están preparados para cuidar. Nadie les ha enseñado cómo atender a un mayor. Por eso, muchas veces surgen problemas evitables. Uno de los más importantes y más comunes es que el cuidador, en su afán por cuidar y hacerlo bien, cuida en demasía. Esto hace que la persona cuidada se vea sobreatendida, recibe más cuidados de los que necesita, y se acomoda, se deja cuidar. Así, el cuidador se sobrecarga, pero lo peor es que la persona cuidada, cada vez, hace menos cosas: se vuelve más dependiente, y al final, más demandante. En resumen: al no saber cuidar, se cuida de más, y esto es malo para ambas partes. Vamos a ver posibles ejemplos que pueden ocurrir:
- Ana, de 80 años, tiene un pequeño incidente en casa: se le quema la comida y salta la alarma de humos. Sus hijos se enteran de lo ocurrido y, por miedo a que vuelva a suceder, deciden hacerle ellos la comida a partir de ahora. Ellos toman la decisión de que su madre no va a volver a cocinar. Evidentemente, evitan que vuelva a haber un accidente, pero hacen que su madre dependa completamente de ellos para las comidas, y ellos tienen más trabajo que hacer. Además, su madre puede sentirse inútil por no poder hacer algo que ha hecho toda su vida. Una posible alternativa sería que los hijos ayudaran a su madre a cocinar. Que fueran a su casa y supervisaran lo que hace su madre, o la dieran ciertas tareas para hacer, y ellos se encargaran de las más complejas. Por ejemplo, si van a hacer una tortilla de patata, Ana podría batir los huevos y pelar las patatas, y ellos encargarse de vigilar el fuego y dar la vuelta a la tortilla. Así, Ana sigue sentiéndose útil, se entretiene. Sus hijos no tienen tanto trabajo como haciendo ellos la comida por completo. Y, además, así pueden disfrutar de una actividad juntos.
- Pepe tiene 75 años. Vive solo. Le cuesta bastante vestirse y asearse, y como sale poco de casa, cada vez lo hace menos... y cada vez le cuesta más. Sus hijos han decidido ir por las mañanas a su casa para lavarle y vestirle, porque si no, se queda con el pijama todo el día puesto. Como todos trabajan, siempre van con prisas, y le sacan la ropa para ponerse y le arreglan ellos por completo para tardar menos. Ahora, los fines de semana, como sus hijos van más tarde, Pepe se queda en la cama, sin desayunar, aunque tenga hambre, porque sus hijos le dejan el desayuno en el microondas antes de marcharse. Pepe sabe usarlo, pero le cuesta un poco coger la taza del armario, así que, decide esperar a que se lo den hecho. Una alternativa, sería, por ejemplo, ayudarle a elegir la ropa que se va a poner al día siguiente, que Pepe se despertara con una alarma y se fuera vistiendo en lo que puede (por ejemplo, ponerse los pantalones y que sus hijos le ayuden con los calcetines). En cuanto a lavarse, pasaría lo mismo: si a Pepe le cuesta peinarse, le pueden ayudar, pero puede lavarse él solo la cara. Y en cuanto al desayuno, pueden cambiar el orden de los utensilios de la cocina para que Pepe alcance bien la taza y no se tenga que agachar para coger la leche o las galletas, y así, se pueda preparar él el desayuno.
La idea básica sería intentar promover la autonomía de los mayores. Está claro que por la edad, habrá cosas que no puedan hacer por problemas de movilidad, por ejemplo, pero siempre hay parte de la tarea que podrán hacer, y cuanto más tiempo se mantengan activos, mejor se sentirán ellos y mejor estarán sus familiares. Entonces, ¿cómo promover que nuestros familiares sigan activos?
- Que hagan todo lo que puedan hacer. Animarle a que siga haciéndolo. Frases como "sé que te cuesta, pero sé que puedes hacerlo", le dará confianza en sus posibilidades. Felicitarle por sus logros (por ejemplo, elogiarle por lo bien que se ha arreglado) hará que el mayor se motive por seguir haciendo las cosas por sí mismo.
- Ayudarle sólo en lo necesario. Si puede hacerlo pero tarda, sólo es cuestión de darle el tiempo que necesita. Respetemos sus ritmos.
- Hacer que mantenga responsabilidades en función de lo que puede hacer. Esto le hará sentirse útil y tendrá una mejor autoestima. Las tareas deben estar adaptadas a sus capacidades y, también ayuda que sean tareas que ya hiciera antes.
- Las instrucciones, cuanto más sencillas, mejor. Si por ejemplo, vamos a ayudarle a hacer una tortilla de patata, y le decimos "yo me encargo del fuego y tú de lo demás", será más difícil para él/ella, que decirle "ve pelando estas patatas".
- Tener una buena imagen es positiva para él/ella, aunque no salga de casa. Hará que se sienta mejor consigo mismo/a.
- Es mejor que esté entretenido. Jugar a las cartas, al dominó, leer, hacer punto/ganchillo son una forma de que se mantengan sanos y activos, y tendrán mejor estado de ánimo.
- Implicarle en decisiones que tengan que ver con ellos les hace sentir control sobre su vida y favorece la autonomía (por ejemplo, en la ropa que se va a poner, qué prefiere comer, o cómo quiere mover los muebles de la casa, si prefiere salir a la plaza o al parque...). No se trata sólo de preguntarle, también hay que respetar su opinión sobre el tema, en la medida de lo posible.
- Tener en cuenta las rutinas que tenía el mayor antes, y seguirlas, ayuda a que siga realizando esas actividades. Ayuda el tener en cuenta sus preferencias. Si se siente cómodo, le será más fácil hacer cualquier actividad que si lo hace a disgusto o porque otros se lo imponen de esa forma.
- Es importante acomodar el hogar al mayor (poner más luces, evitar objetos por el suelo, poner ayudas técnicas). Esto facilita que se pueda mover con mayor comodidad y facilidad. También son importantes los servicios de telealarma o teleasistencia.
- Intentar respetar su intimidad en la medida de lo posible. Cosas como llamar a la puerta de la habitación o el baño y esperar su respuesta para entrar, o dejarle solo si así lo quiere, le hará sentir que tiene intimidad, que tiene un espacio para él y que nosotros lo respetamos. Le hará sentirse más cómodo.
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