El pensamiento humano funciona a partir de categorías. Es decir, agrupamos las cosas en grupos, porque eso nos ayuda a organizar lo que sabemos y a entender mejor cómo funciona el mundo. Por ejemplo, sabemos que un avión es un medio de trasporte, al igual que un barco o un coche. Eso nos ayuda a saber la finalidad que tiene ese objeto. O saber que un gato es un ser vivo, nos sirve para saber que se alimenta, crece, se reproduce, y muere, al igual que lo hace un perro o una planta... pero que es distinto, por ejemplo, que una silla.
El "tener" todos nuestros conocimientos organizados en categorías o grupos, permite a nuestro cerebro funcionar más rápido. Así, le es más sencillo buscar la información que necesita, porque sabe a qué categoría pertenece y, además, todas las categorías están relacionadas unas con otras, por lo que tiene otra mucha información disponible que puede ser de utilidad. Por ejemplo, si se nos estropea el coche, sabemos que tenemos que llevarlo a un mecánico (son dos conceptos distintos, que están en categorías distintas, pero que están relacionados).
Por esto nos es tan útil la forma en que nuestro cerebro organiza la información que aprendemos del mundo, porque nos facilita el desenvolvernos en él, el adaptarnos a los cambios gracias a esos conocimientos y el poder buscar una solución rápidamente a las dificultades que se nos presentan.
Sabemos conducir distintos coches porque sabemos que todos funcionan igual. Damos patadas a los balones porque son redondos y sabemos que rodarán si lo hacemos. Y de esta misma forma, aprendemos a relacionarnos con las personas.
Todos clasificamos a las personas según distintas categorías (que varían según la importancia que le dé cada uno a ciertos aspectos). Todos lo hacemos. Es algo normal, porque nuestro cerebro ha aprendido evolutivamente a hacerlo. Cuando una persona "mete" dentro de una categoría concreta a otra, surgen expectativas sobre cómo esa persona se comportará en determinadas situaciones, porque la categoría en la que está metido la relacionamos con algunas ideas. Por ejemplo, una persona puede pensar que una chica que se ha teñido el pelo de rubio es superficial y tonta, porque lo eran las niñas de su instituto que se teñían el pelo de rubio. Esto es un prejuicio (un juicio que hacemos de otra persona antes de conocerla, sin tener la información necesaria para saber si es real o no la opinión que nos hemos creado).
El caso es que es muy sencillo que los prejuicios aparezcan, porque nos hacen el mundo más "sencillo". Si pienso que una persona con determinado aspecto puede ser peligrosa, no me acercaré a ella, y me sentiré tranquilo por haber evitado un problema.
Lo malo de los prejucios es que nos hacen juzgar por la superficie. Es el exterior, el aspecto, lo que nos da a entender si algo es bueno o no para nosotros. A simple vista, no podemos ver si una persona es más o menos inteligente. Esto nos impide hacer categorías y prejuicios de cómo se comportan los que son listos y los que son tontos. Pero es muy sencillo distinguir a las personas por el color de su pelo, de su piel o por la ropa que llevan puesta. Si van con traje, pensamos que van a trabajar a una oficina y que son personas "importantes". Podremos pensar, en ese caso, que es una persona inteligente, aunque no tiene por qué serlo. El caso es que lo trataremos como si lo fuera, y evitaremos "malas compañías" sólo por su aspecto. Rechazaremos a gente sólo por su nacionalidad, su religión, su piel, su ropa... Esto hace daño a aquellos que son rechazados. Realmente, rechazamos, evitamos, huimos y hacemos daño a personas sin llegar a conocerlas, sólo por la impresión que nos dan. Pero no nos damos cuenta de que ellos comparten con nosotros mismos muchas más cosas de las que nos diferencian.
Todos somos seres humanos. Todos nacemos de una madre y un padre. Todos tenemos órganos. Todos tenemos corazón. Todos tenemos sentimientos. Todos tenemos seres queridos. A todos nos quiere alguien. Todos tenemos necesidades. Todos tenemos problemas. Todos tenemos ideas y opiniones. Todos respiramos.
Una persona no puede describirse por una sola característica. Una persona es muchas cosas a la vez. Y es injusto que sean tratados sólo por una de ellas, que en muchas ocasiones, no puede elegirse, si no que le viene dado a la persona desde su nacimiento.
Démonos cuenta de los prejuicios que tenemos. Y no los hagamos caso. Si rompemos nuestros prejuicios, conoceremos un mundo más grande, más igualitario y más humano.
Os dejo un vídeo que encontré hace tiempo y que expresa muy bien esta idea: compartimos por dentro mucho más de lo que nos distingue por fuera.
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