lunes, 5 de noviembre de 2018

AL CUIDAR A LOS DEMÁS


Ya hemos hablado en otras ocasiones del cuidado informal a los mayores, es decir: cuando familiares, generalmente hijas, cuidan de sus padres con problemas de movilidad o enfermedades. Esta situación está muy extendida en nuestra sociedad, hasta tal punto, que todavía existen personas que piensan que llevar a su familiar a una residencia es abandonarlo. Esta idea hace que muchas personas decidan cuidar a sus mayores en casa, aunque esto conlleve grandes consecuencias para su vida laboral, social, e incluso, para su propia salud.

El cuidado de una persona mayor no es fácil, aunque se haga sin recibir ninguna formación. De hecho, se tiende a pensar que el cuidado se refiere al aseo, alimentación y salud (acompañarlo al médico, encargarse de darle las pastillas, etc). Pero conlleva muchas más tareas que las que parecen ser a simple vista. Una vez se comienza a cuidar, las tareas que hay que realizar cada vez son más: se puede comenzar a hacer las tareas más complicadas para la persona mayor, como limpiar o cocinar, pero se termina por vestir, asear, y dar de comer. La dependencia de la persona aumenta con el paso del tiempo, y muchas veces, más rápido de lo normal por la sobreatención que empiezan a recibir (puedes consultar más información sobre este tema en el siguiente enlace pincha aquí). Esa sobreatención o sobrecuidado es tan malo para la persona que recibe ayuda como para la que la da, porque se generará una mayor dependencia en la persona cuidada, y un mayor esfuerzo en el familiar. Esto implica que se tendrán que dedicar más horas para atender a la persona, por lo que el cuidador estará más cansado, más estresado, y tendrá menos tiempo para dedicar a su trabajo, a su descanso, a sus aficiones, o a sus relaciones personales. Es entonces cuando aparece la sobrecarga en el cuidador, es decir, pasa a encontrarse en un agotamiento físico y psicológico continuo.

Para evitar que aparezca, lo mejor es buscar el mayor nivel de independencia de la persona mayor, es decir, que él mismo se encargue de todo lo que pueda, y se le ayude sólo con las actividades con las que tenga problemas. Sin embargo, con el paso del tiempo, la autonomía de la persona mayor irá disminuyendo y será necesario aumentar las ayudas. En estos casos ¿qué podemos hacer para disminuir la sobrecarga del cuidador?

1. Repartir las tareas: lo ideal es que no sea una única persona la que se encarga de los cuidados del mayor, sino que las tareas se repartan. Cuantos más cuidadores haya, menos sobrecarga tendrá cada uno, al disponer de más tiempo libre.

2. Buscar ayuda: otra alternativa es buscar a alguien que pueda encargarse de cuidado del mayor temporalmente. Por ejemplo, algún familiar o vecino que pueda ir a darle de comer (y así el cuidador principal pueda comer tranquilamente en casa), o pasar un rato con él por las tardes o por las mañanas. También podría contratarse a alguien para ayudar en las tareas de limpieza de la casa, ayudar en el aseo del mayor, o simplemente, para que le haga compañía.  Incluso, podría recurrirse a centros de día o de respiro (se trata de residencias que tienen plazas para que algunos mayores pasen el fin de semana, sin llegar a dormir allí, y así sus familiares puedan descansar). La idea es conseguir que el cuidador principal encuentre ratos donde poder descansar, divertirse, o relacionarse con otras personas.

3. Buscar apoyo en casa: si no es posible que nos ayuden con el cuidado del familiar, otra alternativa es que nos ayuden con otras tareas que tengamos en casa. Por ejemplo, si pueden hacer la compra por nosotros, recoger la cocina, hacer la comida o la cena, poder la lavadora y tender... De cuantas menos tareas tenga que hacerse responsable el cuidador principal, mayor descanso podrá tener.

4. Aprender a relajarse: muchas veces, el estrés que conlleva la sobrecarga, hace que los cuidadores tengan insomnio, o que éste aumente. Por eso, puede ser de ayuda el aprender alguna técnica de relajación que practicar antes de irse a dormir, para ayudar a conciliar el sueño, o a que aumente su calidad.

5. Buscar espacios donde relacionarse con los demás: aunque parezca que no se tiene tiempo para salir a distraerse, siempre se pueden encontrar momentos para hablar con los demás. Por breves que sean, nos darán un momento de tranquilidad y de desconexión que puede ser de gran ayuda. Por ejemplo, si cenas o comes en casa, estando tu familia, apaga la televisión y entabla conversión con ellos. Si sales a hacer la compra, no pasará nada porque dediques dos minutos a saludar a algún conocido que te encuentres. También puedes aprovechar algún momento, por ejemplo, cuando el familiar está durmiendo la siesta o está entretenido, para llamar a algún amigo y charlar un poco.

6. No olvidarse de la propia salud: el ayudar a los mayores a levantare, por ejemplo, puede generar dolores de espalda, si no sabemos cómo hacerlo bien. También puede ocurrir que, por falta de tiempo, retrasemos visitas al médico o pruebas que nos tengan que hacer. Hay que darse cuenta de una cosa: no podremos cuidar a los demás si nosotros mismos no estamos bien. Por eso es importante dedicar el tiempo necesario a las visitas médicas propias, y cuidarnos los dolores musculares que nos puedan surgir.

Y si todo esto no es suficiente:

7. Buscar la ayuda de un profesional: muchas veces, el cuidado de la persona mayor puede general un malestar emocional que se mantenga en el tiempo, bien por el agotamiento del cuidado, bien por el estado anímico o psicológico de las personas a las que se cuida. Puede ser muy doloroso emocionalmente hablando, el cuidar, durante la mayor parte del día, a una persona que está constantemente quejándose de dolor, de mal humor, o triste. Y este malestar que aparece en el cuidador, mantenido en el tiempo, puede generar, por ejemplo, sintomatología depresiva. Por ello, siempre puede ser de ayuda acudir a un psicólogo cuando nos sintamos mal. Recuerda: no podremos cuidar a los demás si nosotros mismos no estamos bien.