lunes, 19 de junio de 2017

MINDFULNESS EN EL DÍA A DÍA (4)


Puede parecer que Mindfulness es una técnica complicada, que puede requerir mucho tiempo y habilidades por parte de la persona que lo quiere poner en práctica. Pero no es así. Mindfulness, en realidad, es lo más sencillo que existe: sólo con respirar podemos practicarlo, sólo nos hace falta dirigir la atención a ese proceso.

También puede parecer una tontería... "¿atender a la respiración? ¿para qué?", podemos pensar... Pero... en realidad... ¿hay algo que nos conecte más con la vida que el aire que nos permite vivirla? Un ejemplo muy clásico para darnos cuenta de su importancia es intentar aguantar la respiración. Cuando nos falta, es cuando le damos importancia y nos damos cuenta del malestar que nos puede causar el no tenerla... Por eso mismo, quizá si atendemos a ese proceso, a cómo el aire entra y sale de nuestro cuerpo, podamos darnos cuenta del gran alivio que puede generarnos. Porque nos conecta con lo más hondo de nosotros mismos, porque nos hace sentir aquello que tenemos debajo de la piel, y cómo todo nuestro cuerpo cambia y se "ajusta" para recibir el aire, algo del mundo que no podemos ver, pero de lo que no podemos carecer.

Os dejo un vídeo que os va a enseñar cómo es la experiencia de practicar Mindfulness.


Muchas veces, la rutina, la prisa que tenemos, las obligaciones... nos hacen llevar un ritmo que no nos permite conectar con nosotros mismos. Tenemos que ir deprisa, en "piloto automático" para llegar a tiempo, para hacer todo lo que tenemos que hacer... Y con el paso del tiempo, nos acostumbramos a ir en "piloto automático", y dejamos de atender aquello que hay dentro de nosotros, nuestro cuerpo, nuestras emociones... Hay veces que nos enfadamos, y ni siquiera sabemos el momento exacto en el que nos hemos empezado a sentir así... o qué nos ha hecho reaccionar de esa forma...

Por eso es tan importante el practicar Mindulness, por eso nos puede ayudar, porque rompe esa rutina, porque dirige nuestra atención a algo tan importante como nosotros mismos... Aprendemos a ver cómo estamos y qué nos pasa... y junto con eso, aprendemos a darnos aquello que necesitamos, sea descanso, tiempo, comida, ocio, tranquilidad... o aceptación, o cariño. Tener paciencia con nosotros mismos, permitirnos sentirnos mal y aceptar esto, nos permite focalizarnos en aquello que nos ayuda a calmarnos.

Es maravillosa la metáfora del tarro de purpirina que sale en el vídeo. Enseña de forma muy gráfica cómo nuestras emociones, nuestros pensamientos, lo que nos agita o altera, puede cegarnos, y no dejarnos ver aquello que hay dentro de nosotros, y cómo el darnos tiempo, centrándonos en nuestra respiración, puede hacer que esa niebla termine por disiparse, y podamos, ver y ser.

Os animo a intentar poner en práctica esta actividad. Sólo hay que buscar un sitio tranquilo, sin interrupciones, cerrar los ojos, y prestar atención en cómo el aire entra y sale de nuestro cuerpo...su ritmo, temperatura... cómo se mueve el cuerpo para hacerlo entrar y salir,,, y cómo se mueve el resto del cuerpo por ese movimiento... Sólo tenéis que tener cuidado de una cosa: ¡no quedarse dormido!

jueves, 1 de junio de 2017

MI NIÑO TIENE QUE SER PERFECTO


Últimamente, he visto por Internet muchos artículos tipo "cómo conseguir que a tu hijo le guste leer". Artículos que dan pautas a los padres para que sean buenos en ciertas cosas. Y realmente, me parece que se alimenta la idea de educar niños "a la carta". No me refiero a que no sea bueno que un niño lea, ni mucho menos, pero no creo que sea buena idea intentar forzar los gustos o las habilidades de los niños.

Los padres que intentan desarrollar al máximo las habilidades de sus hijos lo hacen con buena intención, pero los extremos, siempre son malos. Es igual de malo no poner normas a un niño que decirle continuamente lo que tiene que hacer. Y de igual forma, es tan malo no involucrarse en el desarrollo de los niños, como exigirles demasiado.

Y, además, se nos olvida una cosa: los gustos, las aficiones, no se pueden forzar. Puede que le demos un libro a un niño, y le guste, pero si no le gusta, por más libros que le demos, no conseguiremos que le guste. Puede ser mucho más adecuado dejar que sea el propio niño quien, con el paso de los años, cuando vaya creciendo, vaya descubriendo lo que le gusta y lo que no, lo que le interesaría aprender y lo que no y, a partir de ahí, ser un apoyo y ayudarle a desarrollar aquellas habilidades que a él mismo le interesen. Se consigue mucho más con el propio interés y motivación del niño, que por obligación.

Y también, démonos cuenta de algo: si el niño tiene un interés, y nosotros, más que apoyarlo, lo forzamos a que lo desarrolle (le obligamos a ir a más clases de las que le gustaría, ir a competiciones sin que él quiera, etc.), lo que podemos conseguir es que el niño pierda el interés, el gusto, la afición. Porque en ese caso, podemos hacer, sin quererlo, que lo que se hace por el puro placer de hacerlo, se convierta en una obligación.

Por eso mismo, os dejo unas recomendaciones muy básicas sobre cómo ayudar a desarrollarse a nuestros hijos:

1. El niño tiene que notar nuestro amor incondicional. Que sepa que pase lo que pase, aunque no consiga todo lo que se proponga o no sea bueno en algo, o cometa errores, le vamos a querer igual. Esto implica no hacerle chantajes emocionales ni dejar de hablarle como castigo.

2. Tenemos que aprender a aceptar a nuestro hijo tal y como es. Esto no quiere decir que si es malo en matemáticas no intentemos ayudarle para que aprenda, si no que tengamos en cuenta que puede haber cosas que, a pesar de su esfuerzo, no pueda conseguir. Eso es lo que debemos aceptar, y no forzar aquellas cosas de forma indefinida. Aprendamos a aceptar sus habilidades, gustos, intereses... igual que aceptamos sus rasgos físicos, su voz... Y tengamos en cuenta que nuestro hijo va a ir madurando, creciendo y cambiando, y con ello, cambiarán sus intereses. Dejemos que ellos mismos vayan buscando el ritmo al que quieren irse desarrollando en sus habilidades (por ejemplo, pintura, música, deporte, idiomas...).

3. Que seamos un apoyo, no un juez ni un jurado. El objetivo de un padre es ayudar a su hijo para que cuando se haga adulto, pueda enfrentarse sólo a su vida. Para ello, no es necesario apuntarle a muchas actividades extraescolares, ni obligarle a quedarse todo el fin de semana estudiando en casa, ni exigirle sobresalientes en todas las asignaturas. Puede ser más importante que el niño se desarrolle en cuanto a su personalidad, seguridad, confianza, habilidades sociales, autonomía... a que sepa resolver una ecuación.

4. Que tenga límites. Para que un niño pueda desarrollarse, necesita tener normas (horas de entrada y salida, ayudar en casa, respetar a los demás, tener obligaciones en función de su edad...). Un niño que hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere, y siempre se sale con la suya, no aprende a manejar su frustración. Crece con la idea de que el mundo, las personas, están para satisfacerle, y eso, sólo le va a dar problemas a la hora de adaptarse al colegio, instituto...trabajo...amistades...