Hay múltiples situaciones en nuestro día a día que nos hacen tensarnos, enfadarnos, estresarnos... Esto nos puede hacer que discutamos con los demás, que tengamos estados de ánimo negativos, que no podamos conciliar el sueño, que acumulemos más cansancio... a parte de dolores de cabeza, molestias estomacales, dolores musculares...
A veces, no nos damos cuenta de esa carga que vamos acumulando, porque estamos tan centramos en las tareas que nos corren prisa, que no dedicamos ni un segundo a parar. Y es sólo, cuando paramos, cuando nos damos cuenta del cansancio, del hambre, del mal humor, y de las ganas que tenemos de descansar. Pero descansar... a veces, no es tan sencillo: puede haber circunstancias en la vida que nos dificultan el relajarnos, si no sabemos cómo afrontarlos. Por ejemplo:
- Tener tareas pendientes: nos puede ayudar a terminar antes el buscar mejores formas de organizarnos (aunque tengamos que invertir un tiempo en pensar cómo hacerlo, luego ahorraremos tiempo en hacer las cosas). También podemos pedir la colaboración de aquellos con los que vivimos (aunque sea para cosas sencillas, que parezca que no requieren tiempo o esfuerzo, si podemos librarnos de algunas, nuestro cuerpo lo notará). Y otra forma muy práctica es priorizar (si hacemos las tareas más importantes, y dejamos las secundarias para otro momento, no nos cargaremos tanto).
- La convivencia: a veces es difícil, porque los estados de ánimo negativos provocados por el estrés o el cansancio nos hacen comportarnos de forma seca, borde o agresiva con los demás. Nos podemos poner a la defensiva por cualquier cosa que nos digan, porque tendemos a darle una interpretación negativa a las cosas que pasan o nos dicen cuando estamos cansados. Además, al estar así, solemos necesitar más espacio, más silencio, más tranquilidad... lo que a veces, es difícil al estar con otras personas en una casa, porque cada uno tiene cosas distintas que hacer, estados de ánimo distintos, ganas de hacer cosas distintas... Y si a esto le añadimos que por ese estado de ánimo no tenemos ganas de decir las cosas de forma amable y poniéndonos en la situación del otro, nos puede ser más difícil el establecer límites que nos permitan relacionarnos mejor con los otros para conseguir relajarnos. Por eso, aprovecha un momento en el que estés relajado para explicarle a las personas con las que convives lo que necesitas (por ejemplo, que al llegar a casa, te saluden y te den tiempo y espacio para relajarte, antes de charlar, cenar o lo que quieran hacer contigo).
- Compartir habitaciones: para poder relajarnos, es primordial que el espacio en el que lo hagamos sea íntimo, tranquilo y sin interrupciones, cosa que puede ser complicada al vivir con otras personas. Por eso, cuando vayas a relajarte, puedes pedir a los demás que no te llamen, te pregunten, te busquen... Busca ese espacio donde puedas estar sólo. También puedes pedirles que intenten no hacer mucho ruido.
Y, cuando ya no tengas tareas importantes pendientes, y tengas un momento y lugar tranquilo donde poder relajarte, sólo te queda aprovecharlo: puedes usar cosas que te relajen (por ejemplo, velar aromáticas, cremas para darte un masaje, música tranquila, un antifaz...), o hacer cosas que te relajen (por ejemplo, darte un baño, leer, pintar o dibujar...). Lo importante es que te centres en eso que estás haciendo para relajarte, en el momento. Porque, a veces, tenemos tantas ganas de relajarnos, que no podemos por eso mismo: estamos más pendientes de lo tensos o casados que estamos que de disfrutar del momento de relax. Y si no podemos disfrutar del momento de relax, no podremos relajarnos. Así que, simplemente, disfruta.
- Compartir habitaciones: para poder relajarnos, es primordial que el espacio en el que lo hagamos sea íntimo, tranquilo y sin interrupciones, cosa que puede ser complicada al vivir con otras personas. Por eso, cuando vayas a relajarte, puedes pedir a los demás que no te llamen, te pregunten, te busquen... Busca ese espacio donde puedas estar sólo. También puedes pedirles que intenten no hacer mucho ruido.
Y, cuando ya no tengas tareas importantes pendientes, y tengas un momento y lugar tranquilo donde poder relajarte, sólo te queda aprovecharlo: puedes usar cosas que te relajen (por ejemplo, velar aromáticas, cremas para darte un masaje, música tranquila, un antifaz...), o hacer cosas que te relajen (por ejemplo, darte un baño, leer, pintar o dibujar...). Lo importante es que te centres en eso que estás haciendo para relajarte, en el momento. Porque, a veces, tenemos tantas ganas de relajarnos, que no podemos por eso mismo: estamos más pendientes de lo tensos o casados que estamos que de disfrutar del momento de relax. Y si no podemos disfrutar del momento de relax, no podremos relajarnos. Así que, simplemente, disfruta.