domingo, 25 de septiembre de 2016

MINDFULNESS EN EL DÍA A DÍA (1)

A todos nos han hecho esta pregunta alguna vez: "¿me estás escuchando?". Nos ocurre con frecuencia, alguien está hablando con nosotros, y nosotros estamos distraídos con alguna cosa (mirando el móvil, la televisión o pensando en cualquier cosa). Todos sabemos lo desagradable que resulta el hablar con alguien y que no nos esté prestando atención, pero lo hacemos, una y otra vez. Estamos con esa persona, pero en realidad, no estamos allí. Estamos en el chat del móvil, mirando las fotos de una red social, o pensando en lo que tenemos que hacer al llegar a casa. No prestamos atención a la relación que tenemos con esa persona, ni a lo que dice, ni a cómo nos sentimos nosotros en ese momento y con esa persona, porque no estamos allí realmente.

Por eso, os propongo una cosa: prestar atención. A partir de hoy, intentemos prestar toda nuestra atención a las personas que nos rodean y que intentan comunicarse con nosotros. Pero hagámoslo de cierta forma: 
  1. Sin juzgar aquello que nos dice: simplemente escuchemos, no intentemos dar consejos o nuestra opinión constantemente. No pensemos si lo ha hecho bien o mal, o qué habríamos hecho nosotros en su situación. 
  2. Fijémonos en todo, no sólo en lo que cuenta: en su postura, en las expresiones de su cara, en cómo habla o cómo mueve las manos. Nos daremos cuenta de muchas más cosas que si sólo escuchamos lo que dice. Y prestemos también atención a nosotros mismos, a lo que sentimos (emociones, tensión, calma...), a lo que estamos pensando, y a lo que expresamos con nuestro cuerpo (postura, expresión de la cara...). A lo mejor, sin darnos cuenta, le estamos dando a entender a la otra persona que nos aburre, o que no nos gusta lo que nos dice, cuando no es así. O, simplemente, para darnos cuenta de que nos estamos enfadando, que estamos cansados... Todo esto puede afectar a la comunicación con el otro.
  3. Aceptemos su experiencia: démonos cuenta de que cada persona tiene una forma de pensar, una forma de ver las cosas. Lo que para una persona puede ser bonito, para otra puede ser desagradable. Entendamos que cada persona es libre de pensar lo que quiera, de ver las cosas como quiera y de tener las emociones que tenga. Y respetémoslo. Si lo hacemos, y prestamos atención, quizá podamos entender sus motivos, lo que siente, y nos podamos acercar más a la otra persona.
  4. Tengamos paciencia: se trata de dar tiempo a la otra persona, y a nosotros mismos. Se trata de no forzar la comunicación. Si la persona tiene otro ritmo (por ejemplo, es tímida/o, está triste y no quiere contar lo que le pasa, o simplemente, quiere callar), no lo forcemos. Preguntemos si lo quiere contar y respetemos su respuesta. No será cómodo para la otra persona hablar de algo que no quiere. Y apliquémonos lo mismo a nosotros: démonos el tiempo que necesitemos para decir aquello que queramos decir. Si no queremos hablar en ese momento, pidamos ese tiempo a la otra persona.
  5. No reaccionemos instantáneamente a lo que nos dicen: pensemos antes sobre qué quiere decir realmente esa persona. Démonos cuenta de que podemos estar malinterpretando aquello que nos ha dicho. Preguntemos a qué se refiere, antes que enfadarnos o levantar la voz. Podremos ahorrarnos la mayoría de las discusiones si empezamos a actuar así.
  6. Perdonémosnos a nosotros mismos: si contestamos mal instintivamente, no nos juzguemos. No somos horribles personas por equivocarnos una vez. Lo importante es que nos demos cuenta de que nos hemos adelantado y reaccionado, e intentemos tomarnos las cosas con más calma y atención la próxima vez. Y también, podemos valorar si la otra persona merece una disculpa por nuestra parte.
Son muchos consejos, y es difícil seguirlos todos. Pero si los tenemos presentes, y nos proponemos seguirlos, iremos aplicándolos poco a poco. Según vayamos consiguiéndolo, quizá, podamos darnos cuenta de que discutimos menos, de que entendemos mejor a algunas personas, que nos llevamos mejor que antes, o que los conocemos más. Esto ocurre porque estaremos más con esas personas, en vez de estar dentro de nosotros mismos, escuchando lo que nos dicen nuestros pensamientos y creyéndolos a pies juntillas. Busquemos que ése sea nuestro objetivo: el estar, plenamente, con las personas de nuestro alrededor, en cada uno de los momentos que podamos estar con ellos. Después, cada uno puede preguntarse qué es lo que le ocurre cuando lo hace.

domingo, 18 de septiembre de 2016

LOS MITOS, MITOS SON

Todos sabemos lo que son los mitos: falsas creencias que se tienen sobre las cosas y que nos hacen juzgarlas con prejuicios. Nos hacemos una idea irreal de aquello que no conocemos, y eso nos ciega, nos cierra nuestra forma de verlo, de interpretarlo, de valorarlo y de acercarnos a ello. Nos pasa con las personas, con las culturas... incluso, con las profesiones. Por ejemplo, la Psicología. A pesar de ser una ciencia, de estar probada mediante investigaciones científicas, todavía hay gente que sigue pensando que son tonterías. No reconocen el papel, la importancia de la Psicología, por ejemplo, en la salud de las personas. Gente que piensa que una persona deprimida no trabaja porque no quiere. Gente que cree que un ataque de ansiedad lo tienen las personas exageradas o que lo fingen. O aquellos que piensan que las personas que van al psicólogo están locos. No. La Psicología no consiste en tratar a los locos, es ayudar a personas a hacer frente a problemas que todos podemos encontrarnos a lo largo de nuestra vida. Todos sufrimos, el dolor es inherente a la vida. Todos tenemos preocupaciones. A todos nos pasan cosas malas. Y, a veces, no sabemos cómo afrontarlo. Sin embargo, esos prejuicios sobre la Psicología, o el "qué dirán si se enteran de que voy al psicólogo", hacen que la gente no busque ayuda aunque la necesite. A nadie le da vergüenza decir que va al dentista, al cardiólogo o al podólogo, pero ¿cuántas personas dicen, o cuántas ocultan, que van al psicólogo? No pasa nada porque una persona tenga un dolor de muelas o cualquier enfermedad, pero si se trata de que está triste, angustiado o tiene un problema que no sabe resolver (problemas familiares, en el trabajo, miedos, etc), es vergonzoso y hay que ocultarlo. Hay clientes que después de ir a sesiones y mejorar, se cruzan con su psicólogo y no lo saludan, hacen como si no lo vieran, no lo quieren saludar en público, no quieren reconocer su antigua relación,

Pero, ¿de dónde vienen los prejuicios? Del desconocimiento. Por eso, cuanto más conozca la gente la Psicología, más se acercará a ella. Por eso, quiero romper alguno de esos mitos.

Sobre la Psicología:

- "No es una ciencia": Diariamente, se realizan muchísimas investigaciones científicas sobre Psicología y el comportamiento humano, y sobre los tratamientos para cada una de las problemáticas que se abordan.

Sobre los psicólogos:

- "Leen la mente": Nadie puede saber lo que otra persona está pensando.

- "Psicoanalizan a la gente": Primero, no todos los psicólogos son psicoanalistas. Segundo, podemos fijarnos más en el comportamiento de las personas, pero no trabajamos en nuestros ratos libres. Respetamos la vida de los demás y su forma de actuar.

Sobre el tratamiento:

- Los divanes: es una idea muy común, pero la mayoría de los psicólogos no los utilizan. 

- "El psicólogo sólo escucha tus problemas": Para entender lo que ocurre, tenemos que escuchar, pero principalmente, ayudamos a las personas a solucionar sus problemas.

- "Hablar con un psicólogo es igual que hacerlo con un amigo, lo que ayuda es que te escuche": Claro que ayuda el que alguien nos escuche, pero la ayuda que da un conocido no es igual que la de un profesional. Los consejos de un amigo estarán basados en sus ideas o su experiencia, y puede que no se adapten a la persona que necesita ayuda o que acarreen problemas secundarios.

- "El psicólogo te dice lo que tienes que hacer": Si un psicólogo dijera lo que hacer, el paciente o cliente nunca aprendería por sí sólo a resolver sus problemas. El psicólogo ayuda a pensar, a ver qué cosas te aportan beneficios y cuáles no, te enseña habilidades, etc, para que sea la propia persona la que tome las riendas de su problema.

- "El tratamiento es muy largo": La duración del tratamiento depende de muchas cosas (la persona, el problema...), pero no se alarga más de lo debido. No tiene sentido mantener al paciente en tratamiento si ya se han conseguido los objetivos y no hay más avances en el cliente.

Sobre el cliente:

- "Está loco": Es un prejuicio muy extendido. Hay personas con problemas más o menos graves, con enfermedades más o menos graves, pero no están locos.

- "Va a necesitar ir al psicólogo siempre": En la mayoría de los casos, la persona sólo acude una vez a tratamiento, y no vuelve a no ser que surja otro problema que no se haya trabajado en la primera intervención y no pueda afrontarlo. Pero en el tratamiento, siempre se busca que el paciente adquiera las habilidades necesarias para que no necesite una nueva intervención.

Espero que con esto y con las siguientes entradas os acerque más a la Psicología y a los psicólogos.  

sábado, 10 de septiembre de 2016

¿ESPIAR O NO ESPIAR? ESA NO ES LA CUESTIÓN

En los últimos días, se ha hablado en varios medios de comunicación del debate sobre si los padres pueden o deben espiar a sus hijos. Creo que es un tema importante sobre el que hay que reflexionar.

Muchas veces, las cosas no son blancas o negras. El mundo está lleno de matices, de grises. Por eso, hay que valorar todas las opciones, para ver cuál es el gris que más nos conviene en cada situación. y en este caso, hay que primar el bienestar del hijo.

Ante la posibilidad de espiarlo, ¿qué podríamos obtener?: Enterarnos de algo que nuestro hijo no nos contara. Pero ¿eso nos asegura el poder ayudarlo? Para poder ayudar a una persona, esa persona tiene que querer recibir esa ayuda. Si no está dispuesto a recibirla, es muy posible que lo que nosotros podamos hacer sea muy limitado. ¿Querrá que le ayudemos una persona a la que hayamos espiado? Démonos cuenta de que al espiar, estamos rompiendo la confianza en la relación. Esa persona, ese hijo, sentirá que se ha invadido su intimidad (algo que tiene mucha importancia en la adolescencia, cuando las personas empezamos a crear nuestra propia vida, empezamos a desarrollar nuestra independencia, cuando las relaciones con sus amigos son tan importantes...). No olvidemos que nuestros hijos también son personas, personas que merecen el mismo respeto de su intimidad que cualquier persona. Y no sólo se sentirá mal por ello, se sentirá mal por quien lo ha hecho. Por esto, se puede romper el lazo que nos une a nuestros hijos, la confianza que se crea desde la infancia. ¿Merece la pena?

La otra opción es mantenernos cerca de ellos, respetar sus decisiones, intentar entenderlos, y no juzgarlos. Apoyarlos, escucharlos. Si favorecemos un buen ambiente, una buena comunicación, facilitamos que sean ellos mismos los que nos cuenten sus cosas, sus problemas y sus inquietudes. Si conseguimos que nuestros hijos obtengan más beneficios contándonos lo que les ocurre que callando, no tendremos que preocuparnos de qué nos puedan estar ocultando. Si, por el contrario, cuando tienen un problema y nos lo cuentan, reaccionamos mal, juzgándolo, regañándolo, enfadándonos... intentarán evitar que nos enteremos. Así, ganamos pocas cosas.

Por otra parte, no podemos esperar que nuestros hijos nos lo cuenten todo. Seamos conscientes de que los padres, son padres para sus hijos, no pueden ser sus amigos. Siempre habrá cosas que los hijos no quieran contar a sus padres. Aceptémoslo, e intentemos que tengan la confianza suficiente para contarnos aquellas cosas realmente importantes, y no tendremos que plantearnos si tenemos que espiarlos.

domingo, 4 de septiembre de 2016

MINDFULNESS (ATENCIÓN PLENA) PARA NOVATOS

Cuando oímos hablar de alguna actividad que nos llama la atención es normal que nos surjan muchas preguntas. A veces, esas preguntas no llegan a encontrar respuesta, bien porque nosotros mismos nos quedamos parados sin buscarlas, bien porque buscamos pero no encontramos.
Aquí, voy a dar respuesta a posibles preguntas que os puedan surgir antes de comenzar.

¿QUÉ ES?
Es ser plenamente consciente de cada momento. Es decir, prestar atención a todo lo que sentimos (sensaciones corporales, ruidos, emociones, olores, sabores, pensamientos, imágenes…).
Para conseguirlo, hay que practicar. Trabajando y ejercitando nuestra atención es como conseguiremos conectar con el presente.

¿CÓMO SÉ SI ME HACE FALTA?
Todos solemos vivir pensando en el pasado (aquello tan horrible que nos ha pasado) y en el futuro (todas las cosas que tenemos que hacer). ¿Por qué pasa esto? Porque nos cuesta asimilar esas cosas que no han salido como queríamos, y le damos vueltas para entender qué ha pasado. Pensamos en el futuro porque la sociedad en la que vivimos nos ha enseñado que tenemos obligaciones que no podemos desatender, y que tenemos que hacerlo todo cuanto antes. Tenemos que encargarnos de mil cosas a la vez, nos angustiamos y pensamos en lo que tenemos que hacer luego para intentar planificarnos o intentar evitar que se nos olvide.
Por esto, en muchas ocasiones, hacemos las cosas sin darnos cuenta. Se nos quema la comida, salimos de casa sin saber si hemos echado la llave, no escuchamos lo que nos dice otra persona porque estamos pensando en otra cosa, conducimos hasta llegar a casa y no sabemos qué camino hemos tomado… Todo eso son ejemplos comunes que nos indican que no prestamos atención plena al presente.

¿QUÉ BENEFICIOS TIENE?
Vivimos la experiencia. Somos conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor y de lo que nos ocurre a nosotros mismos. Esto nos puede ayudar a disfrutar más de la vida, a sacarle todo el jugo. Nos puede ayudar a relajarnos, a dormir mejor… Pero al practicar, el objetivo debe ser conectar con el momento presente. Es decir, el objetivo del ejercicio es practicar el ejercicio. Si buscamos otra meta que no sea contactar con el presente, podemos alejarnos de la Atención Plena, y terminar por abandonarla. (Por ejemplo, podemos practicar para dormir mejor, pero puede que al practicar estemos pensando en eso en vez de prestar atención al ejercicio, por lo que no hacemos bien el ejercicio. Entonces, podemos pensar que no sirve, y dejarlo). Si practicamos para conectar con el presente, los beneficios secundarios llegarán solos, y en su momento.

¿QUIÉN LO PUEDE PRACTICAR?
Todo el mundo. Da igual la edad, estudios, religión… Sólo se trata de conectar con el presente, no tiene ninguna limitación.

¿TENDRÉ TIEMPO PARA HACERLO?
De las 24 horas del día, resta las horas que dediques a dormir. Las horas que te salgan son las horas de las que puedes disponer para practicar la Atención Plena: mientras comes, mientras caminas, mientras charlas con amigos, mientras trabajas, mientras haces actividades lúdicas, mientras respiras.

¿CÓMO SÉ SI LO HAGO BIEN?
Hay algunas indicaciones básicas:
  •           Postura corporal: si lo haces sentado, que la espalda esté recta, los pies apoyados en el suelo y las manos, en el regazo o en las piernas.
  •           Ambiente: se recomienda buscar un sitio sin distracciones y un momento sin cosas urgentes por hacer (por ejemplo, silenciar el teléfono, estar solos, que no haya ruido, y no tener que estar pendiente de hacer nada, para no distraernos).
  •        Evitar juicios de valor: no juzgues si lo que haces está bien o mal, estarás pendiente de ello mientras practicas y te distraerás más. Además, puedes juzgar que lo haces mal y dejar de hacerlo. No importa si te distraes muchas veces, o notas que no te relajas, o que cambias la postura. Lo que importa es darse cuenta de ello. Si te das cuenta, vas por buen camino.


¿LO PUEDO HACER EN CASA?
Lo puedes practicar en cualquier lugar: en casa, en el autobús, en el coche, en el parque, por la calle, en la playa, en la montaña, en el bar de la esquina… Sólo necesitas estar allí.

¿ME TENGO QUE APUNTAR A CLASES?
No tienes la obligación de hacerlo. Puedes hacerlo si consideras que te va a resultar positivo. Por ejemplo, habrá personas que no tengan posibilidad de ir a clases, pero sí puedan buscar recursos (por ejemplo, libros, audios, etc), estén muy motivados y practiquen. En cambio, puede haber personas que no estén muy seguros y terminen dejándolo si lo hacen por su cuenta.
Por otro lado, el ir a sesiones para aprender Mindfulness puede ayudar porque el aprendizaje es más pautado y supervisado; las sesiones suelen ser en grupo, por lo que se comparten experiencias que pueden ser enriquecedoras; se ayuda a crear una rutina de práctica; y se pueden resolver dudas fácilmente. Sin embargo, para hacerlo, hará falta tiempo, dinero, y poder desplazarse.
Lo importante, en ambas opciones, es que puedas aprender y conectes con el presente a menudo.

¿QUÉ EJERCICIO ES EL MEJOR?
Todos son igual de buenos. Puedes elegir hacer uno o hacerlos todos, combinándolos como más te guste. El único requisito es atender al presente, y con todos los ejercicios lo puedes conseguir. Si alguno de ellos te cuesta más, puedes elegir practicarlo más hasta que superes esa dificultad o, simplemente, hacer otro ejercicio. Lo importante, como he dicho, es practicar para poder conectar con el presente. Es mejor hacer todos los días un mismo ejercicio que dejar de practicar porque nos frustramos con uno de ellos.
A parte de esto, sí que os recomendaría un cierto orden a la hora de practicar los ejercicios que os puede ayudar: empezar por los más sencillos y continuar con los siguientes cuando notéis que no tenéis dificultades con ese ejercicio. En concreto, el orden de los ejercicios iría así: 1) los centrados en la respiración; 2) los centrados en el cuerpo o “body scan”; 3) los centrados en los pensamientos; 4) los centrados en las emociones; y 5) los centrados en la compasión.
Los ejercicios informales, como el ejercicio de la pasa (es decir, comer con Atención Plena) o caminar con Atención Plena, se pueden poder en práctica en cualquier momento del aprendizaje. Son ejercicios sencillos, que no requieren tiempo adicional, porque los practicamos mientras que comemos o caminamos a lo largo del día. Y también nos sirven para conectar con el presente.
(Por cierto, si no os gustan las pasas, o aunque os gusten las pasas, podéis practicar el ejercicio con un bombón Ferrero Rocher. Os aseguro que la experiencia cambia, sobre todo, si soléis comeros el bombón a bocaditos).

Creo que he dado respuesta a la mayoría de las preguntas que pueden surgir (todas las que se me han ocurrido). Si tenéis otra que no he incluido, preguntarla.

Os dejo también información que puse en la entrada anterior, por si os queréis practicar:
- Un libro sencillo y muy práctico: Teasdale, J., Williams, M., & Segal, Z. (2015). El camino del mindfulness: un plan de 8 semanas para liberarse de la depresión y el estrés emocional (Paidós.). Barcelona.

- Un enlace de internet con audios de práctica: http://www.mindfulnessvicentesimon.com/audios