Todos lo hemos hecho alguna vez... Todos estamos sujetos a su influencia... Pero no nos damos cuenta de ello. Ponemos excusas, buscamos justificaciones para nuestro comportamiento... pero son solo eso: excusas.
¿Cuántas veces te han pedido ayuda? Mejor, hagamos la pregunta más fácil... ¿Cuántas veces, en la última semana, alguien te ha pedido ayuda? De esas veces, ¿cuántas has dado la ayuda que te pedían? Seguramente, no te sientas orgulloso de aquellas ocasiones (aunque sean pocas) en las que has denegado tu ayuda... ¿Por qué? Porque tenemos el altruismo arraigado dentro de nosotros.
El ser humano es un ser social, ha evolucionado y sobrevivido durante la historia gracias a encontrarse en un grupo, un grupo que colabora, que sigue unas reglas, y que se mantiene gracias a las relaciones de los unos con los otros. De hecho, los niños no sobrevivirían sin las ayudas de sus padres, o de otros familiares, o de personas dispuestas a ayudarlos...
Por tanto, el ser humano tiende a ayudar, pero no siempre lo hace. Incluso, puede llegar a darse el caso de que aún sabiendo que debe hacerlo, no lo haga, y después, tenga remordimientos. De hecho, han ocurrido muchos delitos con testigos que no ayudan a las víctimas. Acoso escolar, violaciones, agresiones... donde los testigos ni siquiera llaman a la policía o a emergencias, o socorren a la víctima cuando el agresor se ha marchado... ¿Por qué? ¿Por qué no ofrecemos nuestra ayuda si pensamos que debemos hacerlo? ¿O es que esos testigos son malas personas, impasibles al dolor de los demás? Pero... ¿es posible que todos los testigos de esos actos sean así?
Darley y Lanaté investigaron los factores que pueden hacer que la conducta de ayuda no se produzca. Imagínate esta situación: estás en una sala de espera. Te han dicho que en otras salas hay otras personas esperando, y que os avisan de que os toca ser atendidos por el interfono que todos podéis oír. Tú estás esperando, tan tranquilo, y de repente, empiezas a oír por el interfono que alguien está sufriendo un ataque y necesita ayuda. ¿Qué harías? ¿Reaccionarías inmediatamente? Porque te das cuenta de que las otras personas también lo están escuchando... y nadie sale a avisar... Puede que empieces a plantearte que, a lo mejor, estás confundido, que no es nada grave, que seguramente ya estén atendiendo a la persona... A lo mejor... no haces nada.
Ahora, imagínate la misma situación, pero cuando te llevan a la sala de espera, te dicen que no hay nadie más esperando, y después, oyes cómo una persona sufre un ataque. ¿Qué harías? ¿Reaccionarías inmediatamente? ¿O te pararías a reflexionar?
Éstas son situaciones que crearon dichos investigadores en su estudio. Los resultados fueron claros: saber que hay otras personas, además de nosotros, hace que la probabilidad de que reaccionemos para dar ayuda sea menor. Y además, tardamos más tiempo en tomar la decisión de ayudar.
Para entender en mayor profundidad por qué pasaba esto, hicieron entrevistas a los participantes, y vieron que, aunque no hubieran avisado, aunque no hubieran ofrecido su ayuda, después, se sentían mal y preocupados. ¿Por qué no habían reaccionado entonces? Darley y Latané llegaron a la conclusión de que había tres factores que interfirieron con la conducta de ayuda:
- La inhibición por la audiencia: es decir, el miedo, la vergüenza, que sentimos al saltarnos una norma social (una norma social es una regla que tiene un grupo de personas, o una cultura, que dirige el comportamiento de las personas dentro del grupo... por ejemplo: no hablar con la boca llena). A lo mejor, los participantes de la investigación pensaron que, si realmente no era un ataque o algo importante, los demás podrían reírse por su equivocación.
- La influencia social: sería la presión que todos sentimos por aceptar como verdad/correcto aquello que los demás dicen o hacen. Vendría a ser eso de... "donde fueres, haz lo que vieres". En este caso, los participantes no hacen nada... porque piensan que hay otros participantes que tampoco hacen nada. "Si ellos no lo hacen... será por algo".
- La difusión de la responsabilidad: cuando una persona piensa que es el único que puede hacer algo, siente que la responsabilidad y la culpa recaen sobre él. Pero, si hay más personas... se pasa a atribuir la responsabilidad entre todos los presentes, parece que es más pequeña la parte que nos toca... Además, de que podemos pensar que alguno de los otros ha actuado o va a hacerlo en breve... "¿Para qué voy a hacerlo yo? Ya deben haber avisado" podemos pensar... Y dejamos de sentir esa preocupación.
Estos factores pueden influirnos a cualquiera, de hecho, nos influyen a todos constantemente, por ejemplo, cuando paseamos por una ciudad y una persona sin techo nos pide comida.
Ser conscientes de que esto puede afectarnos es el primer paso para poder cambiarlo. Ayudar a los demás enriquece, a uno mismo, al otro, y a la sociedad. No olvidemos la parte más bella de convivir con los demás.
Para entender en mayor profundidad por qué pasaba esto, hicieron entrevistas a los participantes, y vieron que, aunque no hubieran avisado, aunque no hubieran ofrecido su ayuda, después, se sentían mal y preocupados. ¿Por qué no habían reaccionado entonces? Darley y Latané llegaron a la conclusión de que había tres factores que interfirieron con la conducta de ayuda:
- La inhibición por la audiencia: es decir, el miedo, la vergüenza, que sentimos al saltarnos una norma social (una norma social es una regla que tiene un grupo de personas, o una cultura, que dirige el comportamiento de las personas dentro del grupo... por ejemplo: no hablar con la boca llena). A lo mejor, los participantes de la investigación pensaron que, si realmente no era un ataque o algo importante, los demás podrían reírse por su equivocación.
- La influencia social: sería la presión que todos sentimos por aceptar como verdad/correcto aquello que los demás dicen o hacen. Vendría a ser eso de... "donde fueres, haz lo que vieres". En este caso, los participantes no hacen nada... porque piensan que hay otros participantes que tampoco hacen nada. "Si ellos no lo hacen... será por algo".
- La difusión de la responsabilidad: cuando una persona piensa que es el único que puede hacer algo, siente que la responsabilidad y la culpa recaen sobre él. Pero, si hay más personas... se pasa a atribuir la responsabilidad entre todos los presentes, parece que es más pequeña la parte que nos toca... Además, de que podemos pensar que alguno de los otros ha actuado o va a hacerlo en breve... "¿Para qué voy a hacerlo yo? Ya deben haber avisado" podemos pensar... Y dejamos de sentir esa preocupación.
Estos factores pueden influirnos a cualquiera, de hecho, nos influyen a todos constantemente, por ejemplo, cuando paseamos por una ciudad y una persona sin techo nos pide comida.
Ser conscientes de que esto puede afectarnos es el primer paso para poder cambiarlo. Ayudar a los demás enriquece, a uno mismo, al otro, y a la sociedad. No olvidemos la parte más bella de convivir con los demás.