La anterior entrada sobre Mindfulness se centró en la comunicación con los otros y cómo podemos mejorarla. Pero ¿nos comunicamos con nosotros mismos? Puede parecer que esta pregunta no tiene sentido, pero tiene una gran importancia en nuestra vida. Nosotros somos la única persona que va a estar a nuestro lado desde que nacemos hasta nuestros últimos días. Somos la persona más importante para nosotros mismos. Y por eso, quien más nos puede conocer, apoyarnos y ayudarnos somos nosotros mismos. Pero no estamos acostumbrados a escucharnos, y si no nos escuchamos, en pocas cosas podremos ayudarnos...
La sociedad nos enseña a hacer: "cuantas más cosas haces, más vales", podríamos pensar. Admiramos a esas personas de nuestro alrededor que se encargan de mil cosas, que no paran quietas... parecen superhéroes. Y nosotros también lo intentamos... porque queremos ser superhéroes y que los demás nos alaben, o porque no tenemos más remedio (jornadas laborales partidas, dobles turnos, estudiar y trabajar, encargarse del hogar y la familia...). Parece que la casa siempre tiene que estar perfecta, que los niños tienen que ir a actividades extraescolares todos los días (y hay que llevaros), que tenemos que sacar la mejor nota en los exámenes, etc. Esto nos pasa a todos. Y al final, ¿qué conseguimos? Sobrecargarnos. Hacemos más de lo que podemos (quien mucho abarca, poco aprieta), y le pasamos factura a nuestro cuerpo, pero no nos damos cuenta de ello.
¿Cuántos días tenemos dolor de cabeza? ¿Contracturas musculares? ¿Insomnio? ¿Irritabilidad? ¿Colón irritable? ¿Eccemas en la piel? ¿Yagas bucales?... Y un largo etcétera. Hay días en los que tenemos que hacer tantas cosas que no nos damos cuenta de que no hemos comido hasta las 17:00. No paramos, pero no sólo nosotros, también nuestro cuerpo. Cuando estamos tan sobrecargados, empieza a haber consecuencias físicas como los síntomas comentados antes. El estrés mantenido en el tiempo afecta a nuestro cuerpo y a nuestro sistema inmunológico, haciendo más fácil que caigamos enfermos. Todos sabemos esto, pero no hacemos nada para remediarlo. Si tenemos una contractura, vamos al médico para que nos recete algo, en vez de intentar escuchar a nuestro cuerpo. ¿Cómo se hace esto? Prestando atención. Por ejemplo, sabemos que la tensión se nos acumula en cierta parte del cuerpo por las contracturas que solemos tener, pues lo único que tenemos que hacer es atender cada cierto tiempo a las sensaciones de esa parte del cuerpo. Así, podremos sentir si estamos contrayendo los músculos en exceso y podremos relajarlos (soltando el músculo, haciendo estiramientos...). También podemos darnos cuenta de esa tensión y ponernos calor, o darnos un masaje. Lo importante es escuchar, atender esas señales que el cuerpo nos manda (hambre, frío/calor, tensión, dolor, cansancio, tristeza, ira...) para darnos cuenta de que necesitamos algo, y poder dárnoslo. Si estoy cansado, puedo parar unos minutos para sentarme, echarme una siesta. Si me duele la cabeza, puedo parar para darme un masaje craneal, ponerme frío o tumbarme a oscuras. Si estoy irritado, a lo mejor es porque estoy estresado, y me viene bien salir a dar una vuelta, hacer ejercicio, ponerme música, una serie, salir a tomar un café con un amigo, jugar con el perro. O si me siento triste, a lo mejor es porque dedico demasiado tiempo a las obligaciones y no tengo tiempo para mis aficiones, o porque me ha pasado algo y necesito contárselo a alguien... Puede haber mil problemas y mil soluciones distintas para cada uno de ellos. Cada persona necesita cosas distintas y cuidados específicos. Uno no es mejor que otro, sólo depende de lo que me pase en ese momento y lo que sienta o sepa que me va a venir bien.
Dediquemos nuestro tiempo a las cosas importantes: NOSOTROS MISMOS. ¿Qué sentido tiene estar todo el día limpiando si al final del día estamos tan cansados que no disfrutamos de nuestro hogar? Cuando echamos la vista atrás, lo que recordamos son los momentos que han marcado nuestras vidas, las decisiones importantes, las personas a las que queremos y con las que hemos estado... ¿Merece la pena dedicar tanto tiempo a ciertas obligaciones y dejar de lado nuestra vida? Si hoy estoy mal y necesito descansar, darme un baño relajante o salir al cine o a cenar, hagámoslo. ¿Qué importa dejar la lavadora llena hasta mañana? Centrémonos en lo importante, en lo que da valor a nuestra vida. Escuchemos a nuestro cuerpo, cuidémoslo. Démonos el cariño que nos merecemos y que necesitamos de nosotros mismos. Nada calma más el alma que sentirnos bien con nosotros mismos.
Y no nos juzguemos tanto. Si cometemos algún error o no podemos con todo, démosnos cuenta de que no somos perfectos, que lo hemos intentando, y que todo el mundo comete errores. Pensemos qué nos diría esa persona importante para nosotros que siempre nos consuela y nos hace sentir bien. Y digámonos eso que él/ella nos diría a nosotros mismos. Perdonémosnos. Mimémosnos. Consolémosnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario