Todos hemos escuchado alguna vez eso de que "el ser humano es social". Existe la Sociología y los sociólogos; las sociedades; los socios... todos socializamos. De hecho, quien no socializa, es criticado por la sociedad. En la sociedad, hay que ser sociales, por decirlo de algún modo...
La sociedad es ese grupo de gente en el que estamos inmersos. Nacemos en una sociedad porque nuestros padres están en ella, y al mismo tiempo, nosotros la formamos. La sociedad nos enseña, nos protege, nos guía y nos limita.
Si nos vamos a los principios de la Historia, sabemos que el Homo Sapiens sobrevivió y se extendió por el mundo porque vivía en grupo. Si sobrevivía a los depredadores era porque el grupo estaba junto; si sobrevivía al hambre era por la ayuda del grupo... El ser humano no estaba preparado para vivir en el mundo en soledad. No era adaptativo. La mayoría de esos homos que no pertenecían a ningún grupo estaban expuestos a los peligros de la naturaleza y era mucho más fácil que murieran. Por eso, somos así: tenemos los genes de aquellos primeros seres humanos que se mantuvieron unidos, quizás por las emociones (amor, cariño, altruismo...), a su grupo.
Las emociones nos relacionan con los otros: cuando estamos tristes, buscamos el consuelo de los que nos quieren; cuando amamos, queremos estar con el otro porque nos sentimos bien... Las emociones son adaptativas (nos ayudan a sobrevivir) y hacen que nos adaptemos a los otros. Por ejemplo, la vergüenza: lo incómodos que nos sentimos si consideramos que nos saltamos una regla social hace que no lo hagamos, y así, nos mantenemos cómodamente dentro del grupo, sin que haya conflictos. La empatía, que nos permite ponernos en el lugar del otro, comprender su situación y las emociones que puede estar sintiendo, nos ayuda a relacionarnos con el otro, a estar en sintonía.
La sociedad nos hace ser como somos. Nos ofrece una cultura, unas normas sociales (reglas sobre lo que está bien y lo que está mal). Por ejemplo, nos enseña que hay que ceder el asiento a las personas mayores, las mujeres embarazadas... Pero también nos enseña cosas que pueden ser perjudiciales, como el machismo, la homofobia, la xenofobia...
Debemos ser conscientes de todo lo bueno que nos da la sociedad: nos permite desarrollarnos (aprender a hablar, ir al colegio, formarnos, curarnos si estamos enfermos, nos da alimento si nos falta, o ayudas sociales, nos ofrece sitios de ocio, la posibilidad de desplazarnos a otros sitios o de comunicarnos con gente que está muy lejos). La sociedad es maravillosa porque nos brinda todas esas oportunidades y muchas más. Pero hemos de ser conscientes de que no todo lo que reluce es oro. Todavía forma parte de nuestra cultura la idea de que el hombre cuida a la mujer y la mujer se encarga del hogar y la familia; que hay ciertos trabajos de hombres y otros de mujeres... Me da pena que en pleno siglo XXI todavía se puedan escuchar comentarios racistas, chistes a costa de la discapacidad, prejuicios... No nos damos cuenta, pero la sociedad está envenenada de malos pensamientos, los pensamientos que tenemos cada uno de nosotros sobre los demás. Pensamos que "nosotros" somos mejores que "ellos", juzgamos a las personas por su edad, sexo, religión, gustos, opiniones, o por las cosas que hacen en su día a día... Y nada de eso asegura que alguien sea mejor o peor que otra persona. Pero es muy fácil culpar de los problemas a los otros. Es fácil quejarse de los atascos aunque nosotros mismos los formemos por no usar el transporte público. O quejarse porque alguien se ha llenado los bolsillos evadiendo impuestos cuando somos nosotros mismos los primeros que pedimos al fontanero que no nos cobre el IVA. Decimos que los extranjeros hacen o dejan de hacer; que si los jóvenes son irresponsables...
Vivimos en una sociedad que no sabe respetar al otro. Somos sociales, necesitamos a nuestra familia y amigos para sobrevivir y ser felices, no podemos estar solos. Pero criticamos, juzgamos, a los demás. Somos socialmente egoístas.
Existe un cuento popular, que ejemplifica muy bien la facilidad del ser humano para opinar, juzgar y criticar a los demás, y lo perjudicial que es para una persona intentar complacer a todos, lo que es imposible de hacer. Criticando, sólo se consigue dañar al otro.
Usemos esa maravillosa herramienta que nos ha dado la naturaleza: seamos empáticos, aceptemos y respetemos al otro. Démonos cuenta de que no existe UNA verdad, si no, MILES.
Si cada uno de nosotros formamos la sociedad, cada uno de nosotros puede cambiarla. Busquemos el amor, la tranquilidad, la igualdad, el respeto. Enseñemos a los demás a ser libres, a tomar sus propias decisiones y a buscar su propio camino. Es una pena que la misma sociedad que nos da todas las oportunidades para tener una vida plena sea la misma que nos ata y nos limita por unas reglas sociales imperfectas.
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