martes, 31 de enero de 2017

LOS CUENTOS TAMBIÉN CURAN


Los psicólogos podemos utilizar distintas formas de trabajar con un paciente, dependiendo, principalmente, del problema que se aborde, las características del propio paciente, y las habilidades y conocimientos del psicólogo. Esto, permite ajustar la intervención a cada caso concreto.

Una de esas herramientas que podemos usar en una intervención son las metáforas. Existen metáforas publicadas, bastante conocidas, que abordan problemas generales y comunes. Otras, pueden ser hechas por el propio psicólogo, para adaptarlas al caso concreto. Así, se pueden aumentar las similitudes entre la metáfora y lo vivido por la persona.

Las metáforas se usan, sobre todo, para ayudar a la persona a entender y darse cuenta de qué es lo que le ha pasado, cómo ha actuado o pensado, y cómo su problema ha ido apareciendo. Porque después de presentar la metáfora al cliente, se le hacen preguntas para que reflexione sobre la metáfora, y lo pueda relacionar con su experiencia propia.

Tengamos en cuenta que el leer un cuento al paciente no va a solucionarle sus problemas, pero sí ayuda en gran medida a que él mismo entienda qué le pasa, porque en algunos casos, la persona sabe que algo está mal en su vida, pero no sabe qué es lo que está mal. Y si no se entiende el problema, no se entiende para qué se trabaja en las sesiones, y esto, dificulta la intervención.

Por esto mismo, es un paso primordial el acercar a la persona a su problema. Y hacerlo desde otra perspectiva, como si fuera un cuento, como si se hablara de otra cosa, puede alejarle de ese cristal que no le deja ver qué le pasa. Verlo de otra forma, le ayudar a entenderlo y a entenderse.

Voy a dejar una metáfora que escribí para un caso, como ejemplo.


UNA MAÑANA CUALQUIERA

"En un pueblo cercano a la capital, vivía una chica llamada Ana. Era una de esas chicas que, sin ser especialmente guapa, llamaba la atención de todo aquél que pasaba a su alrededor. Ana tenía un cabello brillante y sedoso, una sonrisa sincera, y unos ojos alegres que contagiaban a todos los que los miraban.

Ana llevaba una vida normal, de la que disfrutaba mucho, aunque, como todo el mundo, pasaba por algunos momentos difíciles. Cuando estaba muy estresada, a Ana la solían salir espinillas, pero se le quitaban solas a los pocos días.

Un día, Ana se levantó con una pequeña espinilla en su mejilla. No le dio mayor importancia, pensando que se le quitaría pronto, y se marchó a trabajar. A la mañana siguiente, la espinilla seguía igual, y eso le extrañó a Ana. Decidió no tocársela, pero se fue preocupada al trabajo. Por el camino, la gente la saludaba y la piropeaban como siempre, pero Ana no los hacía caso, porque iba pensando en la espinilla que tenía en la mejilla. Al tercer día, la espinilla tampoco se había ido, así que Ana, desesperada por los nervios, intentó explotarla, pero no lo consiguió. Pasó el día tocándose el grano, para notar si se había hecho más pequeño o no, y no prestó atención a la gente que intentaba hablar con ella.

Así pasaron los días, y la espinilla cada vez era más grande. Ana intentaba quitársela todas las mañanas, pero no lo lograba, y empezó a utilizar maquillaje para disimularlo, aunque seguía pensando que su espinilla se notaba mucho.

En el trabajo, sus compañeros, al principio le quitaron importancia, y le dijeron que estaba tan guapa como siempre. Pero como Ana siempre estaba preocupada por su espinilla, empezaron a dejar de saludarla, porque ella, o no les hacía caso porque estaba mirándose la espinilla con un espejito, o sólo les hablaba de lo horrible que era su espinilla.

Con el paso del tiempo, Ana perdió sus amistades y su trabajo, porque no atendía a otra cosa que no fuera su espinilla. Y por su preocupación, perdió lo que realmente la hacía bella: su alegría y su amabilidad."


¿Qué le dirías a Ana si la tuvieras delante? ¿Qué puedes aprender de lo que le pasa a Ana en la metáfora? ¿Te ha pasado algo parecido alguna vez? ¿Qué podrías hacer tú si te pasa algo parecido?

jueves, 26 de enero de 2017

PREVENIR MEJOR QUE CURAR


El abuso sexual infantil existe. Vemos noticias en la televisión: profesores que abusan de sus alumnos, por ejemplo. Pero nos olvidamos de ello, o pensamos que ocurre muy poco porque no tenemos constancia directa de ello, porque no lo vemos, porque no oímos casos cercanos, porque no conocemos personas que lo hayan sufrido... Y como no aparece en nuestra vida de forma directa, no pensamos en prevenirlo. Sin embargo, 1 de cada 5 niños lo sufre. La mayoría de las veces, el agresor es una persona conocida.

Si nos concienciamos, podemos llegar a pensar que el avisar a nuestros hijos puede asustarlos, o que el sexo no es un tema para niños. Pero no se trata de eso. Simplemente hay que enseñar a los niños algunas cosas, que pueden ayudar a prevenir o, al menos, descubrir lo antes posible, los abusos. 

Existen varios recursos para hacer esto (cuentos, vídeos), diseñados para niños de corta edad, como la Regla de Kiko. (Al final de la entrada dejaré los enlaces con toda la información).

Este cuento trata de un niño llamado Kiko y una mano amiga suya. La mano le va pidiendo al niño tocarle la cabeza, la nariz, las manos... están jugando. A Kiko le parece bien y le deja. Pero la mano le pide tocarle debajo de la ropa interior y Kiko le dice que no.





La idea básica es enseñar a los niños que nadie tiene porqué tocarles o mirarles debajo de la ropa interior (excepto sus padres para bañarlos, por ejemplo; o un médico, si les duele). Enseñarles que su cuerpo es suyo y que nadie puede tocarlo si él/ella no quiere. El niño debe saber decir que "no" con firmeza. Si un niño no quiere que le demos un beso en la mejilla, no debemos obligarlo. Si le obligamos, el niño entiende que tiene que obedecer al adulto, que el adulto puede hacer con él y su cuerpo lo que quiera, y no es así. Un niño que sabe decir "no" estará protegido contra el abuso.

También ayuda en la prevención el que el niño sepa distinguir entre los secretos "buenos" y los "malos". Cuando el abuso se produce, el agresor suele conocer al niño, hacerle regalos y decirle que es un secreto, y que como lo quiere mucho, le tiene que guardar el secreto. En otras palabras: le hace chantaje emocional para que el niño calle. Por eso es muy bueno tener buena comunicación con el niño, tomarlo enserio al hablar, escucharlo, no juzgarlo. Se trata de que el niño se sienta seguro contando cualquier cosa que le preocupe. Si le enseñamos que los secretos que le hacen sentir mal (miedo, vergüenza, tristeza, culpabilidad...) son malos, y no debe guardarlos, facilitamos que si se da el abuso, no haga caso al agresor, y cuente a alguien lo ocurrido. Debemos enseñarlos que siempre que se sienta mal, puede contárnoslo para sentirse mejor y para que podamos ayudarle. 

Otra forma de prevenir es enseñar al niño a distinguir qué adulto puede ayudarle. Se trata de que entienda que los adultos de su entorno van a cuidarlo y protegerlo, también de otros adultos. El niño debe saber distinguir con qué adulto puede hablar (padres, profesores...), para que sepa a quién puede recurrir si necesita ayuda o se siente mal.

Y como he comentado antes, la comunicación es un punto básico. El abuso no se da de un momento a otro. El agresor va intentando acercarse al niño, quedarse solo con él, hacerle regalos (a escondidas), decirles que le guarden secretos... El que un niño cuente esto a otros adultos ayuda a prevenir que llegue a ocurrir el abuso, porque el adulto puede intervenir. Y si lo que cuenta es el abuso producido, es importante no interrogarle, ni preguntarle por qué ha corrido. Es muy fácil que un niño sienta que ha hecho algo mal o se sienta culpable. Lo importante es que entienda que él no tiene la culpa y que no vamos a dejar que vuelva a ocurrir.

Educando, se previene. Educando, se los protege.

En caso de sospecha de que un menor es víctima de abusos, se puede consultar aquí: 
El teléfono 116 111 es atendido en España por la Fundación ANAR. Es una línea dedicada directamente a la atención de menores. Para atender a adultos sobre cualquier tema relacionado con un menor (el Teléfono del Adulto y la Familia) tienen esta otra línea: 600 50 51 52, y también atienden emails, desde este enlace http://www.anar.org/email-anar/

Puedes ver toda la información sobre la Regla de Kiko aquí http://www.laregladekiko.org/underwear_es.asp

Puedes descargar el cuento de Kiko y la mano aquí http://www.laregladekiko.org/Source/Book_es.pdf

viernes, 20 de enero de 2017

DIME CON QUIÉN ANDAS... Y TE DIRÉ SI SONRÍES


A lo largo de toda nuestra vida, nuestras relaciones sociales van cambiando. Cambiamos de domicilio, de colegio, de trabajo... Dejamos gente atrás y conocemos nuevas personas. De todas las relaciones que podemos tener, sólo unas pocas serán tan importantes y positivas que se mantengan mucho tiempo. En cambio, tendremos muchas que nos generen malestar o problemas. Generalmente, nos damos cuenta de este tipo de relaciones y las solemos abandonar más tarde o más temprano. Pero, a veces, estamos confundidos... o nos confunden, y nos mantenemos al lado de personas que nos traen más cosas negativas que positivas.

¿Cómo detectarlas? Ahí van unas pautas sencillas que pueden servir de ejemplo, tanto de relaciones positivas, relaciones claramente negativas, y relaciones en las que estar alerta:

1.Cuando le cuentas un problema...
  • Te escucha, te anima y te apoya (te dice cosas como: "no te preocupes, todo se solucionará", "yo estoy aquí para lo que necesites")
  • Le quita importancia, cambia de tema, no te escucha (te dice cosas como: "eso es una tontería")
  • Te ridiculiza, te culpa a ti de lo ocurrido (te dice cosas como: "es que eres tonta", "si te hubieras callado...")
2. Cuando hacéis planes de ocio...
  • Tiene en cuenta tus opiniones (por ejemplo, te pregunta directamente qué quieres hacer)
  • Insiste para que hagas cosas que no quieres hacer (por ejemplo, sabe que no te gustan las películas de miedo y no acepta ver otra película)
  • Te critica y te chantajea si no quieres hacer lo que él/ella quiere (por ejemplo: "eres una sosa/aburrida", "pensaba que te importaba más hacerme feliz").
3. Cuando habláis de cualquier cosa...
  • Te deja hablar, no te interrumpe, te escucha, te pregunta sobre lo que dices
  • Sólo quiere hablar él/ella, te interrumpe, cambia de tema a lo que le interesa
  • Se burla de tus opiniones o de ti, desprecia todo lo que dices... ("tú no sabes nada de esto, cállate")
4. Cuando tienes que tomar una decisión importante para ti...
  • Tienes ganas de contárselo, porque sabes que te escuchará, te apoyará y te dará la ayuda que le pidas
  • No sabes cómo se lo tomará (por ejemplo, si te escuchará o no, si lo tomará enserio o cambiará de tema)
  • Te pone nervioso/a el pensar cómo reaccionará cuando se lo digas (por si se enfada, te ridiculiza diciéndote que no podrás conseguirlo nunca, o te dice cosas que te hacen sentir mal o culpable, como "¿vas a abandonarme por ir a la universidad?").
5. Si lleváis mucho sin veros y le propones quedar...
  • Acepta encantado/a (por ejemplo, te dice que tiene muchas cosas que contarte)
  • Pone excusas (te dice que no puede, pone objeciones con fácil solución pero no acepta tu respuesta...)
  • Parece más enfadado/a que contento/a con la idea de verte, te recrimina tu desatención (por ejemplo, te dice: "¡ah, si todavía te acuerdas de mí!" o "¿hoy no quedas con ellos" como últimamente no sales con nadie más...")
Estos ejemplos de situaciones sirven para entender que aquellas personas que nos ayudan en nuestra vida a afrontar nuestros problemas y a desarrollarnos son aquellas personas que nos respetan al 100%, aceptan nuestras opiniones y las valoran, nos dan su cariño y su apoyo incondicionalmente, y nos animan a avanzar y crecer en la vida. Son fácilmente identificables porque nunca nos juzgan y nos sentimos bien y tranquilos con ellos. Éstas son relaciones sanas.

En cambio, aquellas personas que no nos conviene tener cerca son aquellos que nos ridiculizan, no nos toman en serio, y sólo quieren que hagamos lo que ellos quieren. Nos quitan su cariño cuando no están de acuerdo con lo que hacemos, y nos hacen sentir culpables por buscar nuestra felicidad. Nos chantajean ("¡ya veo lo que me quieres!"), nos insultan... No nos dejan libertad de decisión. Nos convierten en personas sumisas, sin criterio propio, dependientes, poco resolutivas. Nos hacen creer que somos peores de lo que somos. Quitan valor e importancia a nuestras acciones y logros. A veces, pueden llegar a utilizarnos como objetos, aprovecharse económicamente de nosotros, alejarnos de otras personas que nos quieren, y alejarnos de nuestras metas e ilusiones. Son identificables porque nos hacen sentir malestar, miedo, culpa, incertidumbre, vergüenza, tristeza, soledad.... Estas relaciones son insanas, nos hacen decrecer. Nos generan más problemas que beneficios. 

Busca relaciones "verdes" en tu vida, y aléjate de aquellos que, realmente, no te permitan ser quien eres, no te quieran, y no te respeten. Tendrás una mayor sensación de bienestar y satisfacción, estarás más tranquilo, y te sentirás mejor contigo mismo.

domingo, 8 de enero de 2017

MINDFULNESS EN EL DÍA A DÍA (3)

Acaban de terminar unas fechas en las que se prima el amor, la bondad, el reencuentro, el perdón... A veces, es complicado acercarse a aquellas personas que nos han hecho mucho daño, justo por lo cercanas que eran y la confianza que teníamos en ellas. Podemos intentar perdonar a otros. Pero, ¿nos perdonamos a nosotros mismos? ¿Somos capaces de entendernos? ¿De apoyarnos? ¿De darnos cariño y compasión?

Hay una parte de Mindfulness dedicada expresamente a esta idea: la autocompasión. Se trataría de generar en nosotros mismos sentimientos de amor, compasión, amabilidad y bondad, buenos deseos hacia nosotros mismos. Pero no nos confundamos: la compasión no es pena. "La compasión es la percepción y comprensión del sufrimiento del otro, y el deseo de aliviar, reducir o eliminar por completo tal sufrimiento" (definición recogida en Wikipedia).Igual que trataríamos con cariño a un ser querido que se siente triste, culpable, arrepentido, preocupado... Decirnos eso que le diríamos a otro para que se sintiera mejor, o simplemente comprendido y acompañado en su sufrimiento.

Una vez oí decir a alguien que la única persona que nos acompaña toda nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos, somos nosotros mismos. Cuidémonos. Démonos el cariño que necesitemos. Seamos el mejor compañero de nuestra vida.

Pero no es algo sencillo. No nacemos sabiendo hacerlo, y muy pocas veces nos enseñan. De hecho, solemos aprender a ser exigentes con nosotros mismos, igual que lo son otras personas con nosotros. Crecemos escuchando las críticas de los demás, teniendo discusiones con otras personas... y es muy fácil que aquello negativo que nos dicen se nos quede grabado. Pero también crecemos con personas que nos quieren, nos cuidan y nos apoyan. Aprovechemos toda esa experiencia para querernos a nosotros mismos.

¿Cómo podemos hacerlo?

Hay varias formas de practicar Mindfulness que pueden ayudarnos a sentirnos mejor cuando tenemos emociones negativas. El primer paso, es darnos cuenta de que nos sentimos mal, escuchando las señales de nuestro cuerpo y nuestras emociones. Después, podemos...
  • Practicar ejercicios guiados sobre las emociones: nos pueden ayudar a entender y aceptar nuestras emociones. Por ejemplo, el siguiente 


  • Practicar ejercicios guiados sobre autocompasión. Estos ejercicios van dirigidos a generar ese cariño hacia nosotros mismos. Hay distintos ejercicios (Tonglen y Metta). 

  • O, simplemente, dirigiéndonos el cariño que necesitamos. Por ejemplo, diciéndonos aquello que le diríamos a un amigo que se sintiera mal; abrazándonos; haciendo cosas que nos relajen y nos hagan sentir bien; aceptando que no somos perfectos y dándonos los respiros que necesitemos (un baño caliente, una siesta, leyendo, ver una película, etc)... Otro ejemplo puede ser: cerrar los ojos, imaginarnos que nos desdoblamos enfrente de nosotros, cogernos de las manos, decirnos palabras de cariño y compasión, y terminar con un largo abrazo al otro yo. Permitirnos llorar, permitirnos equivocarnos y permitirnos ser merecedores de perdón.