Todos queremos ser felices. Si consideramos que no somos felices, nos deprimimos. Necesitamos tener un día perfecto para tener la impresión de que la felicidad ha existido. Pero, ¿qué es la felicidad? Buscando en Internet, encuentro esta definición: "Estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno". Esta definición tiene tres aspectos clave:
- Sentirse plenamente satisfecho
- Gozar de lo que desea
- Disfrutar de algo bueno
El sentirse plenamente satisfecho implica varias cosas. Por una parte, para sentirnos satisfechos, tenemos que tener ciertas expectativas "de satisfacción". Es decir, yo no puedo saber si estoy o no satisfecho si no tengo una idea de qué es estar satisfecho o no estarlo, o qué necesito para estarlo. Por decirlo de otra manera: nos basamos en ideas preconcebidas, que, en la mayoría de las veces, no hemos reflexionado sobre ellas, para saber si estamos o no satisfechos. Pero, además, parece que no sirve con estar satisfechos. Para ser felices hay que estar plenamente satisfechos, se tienen que haber cumplido esas expectativas en alto grado.
Esto me lleva a la idea de que el ser humano, o nuestra cultura, no aprecia las pequeñas alegrías de la vida. "Si no soy plenamente feliz, no soy feliz". Eso parece que es lo que aprendemos a lo largo de nuestra vida. Nos formamos expectativas muy altas, las mejores, y soñamos con lograrlas. El problema es cuando esas expectativas son prácticamente inalcanzables. Entonces, nos estaremos lanzando a una vida larga, que nos resultará inaguantable y muy frustrante.
Porque... ¿qué deseamos? Podemos hacer una lista muy larga de deseos, por ejemplo: ser millonario, encontrar al "hombre perfecto", trabajar en mi vocación, tener un cochazo, hacerme una casita en la sierra con piscina, tener una gran familia, irme de compras todas las semanas... Está bien tener claro qué cosas nos harían felices, pero en la mayoría de los casos nunca se nos ocurre pensar qué ocurre en nuestro día a día que nos haga feliz. Nos olvidamos de esa parte, como si no existiera. De hecho, podemos vivir muchos aspectos positivos a diario y pensar que somos infelices, porque nos olvidamos de ellos, sólo pensamos en "el coche que no me puedo comprar", en "el jefe que no valora mi trabajo" o en que "esta semana tampoco me ha tocado la lotería".
Y, por fin, al final de la definición, aparece la idea de que disfrutar de "algo bueno" (algo que parece que no está definido en nuestras vidas, algo que ocurre porque sí). Eso también nos hace felices. Y démonos cuenta de algo: las personas tenemos capacidad para actuar e influir en nuestro ambiente y en nuestra vida, podemos tomar decisiones, cambiar de opinión y hacer cambios en nuestras vidas, pero no podemos controlarlo todo. Podemos madrugar mucho para no llegar tarde al trabajo, pero puede haber un accidente que produzca atascos, por ejemplo. La vida es impredecible, aleatoria en cierto modo. Nos trae cosas buenas y cosas malas. Al igual que no podemos evitar llegar tarde al trabajo algunos días, podemos encontrarnos dinero por la calle, o encontrarnos a un viejo amigo...
La vida está llena de sorpresas o de rutinas simples que pueden alegrarnos el día. Lo importante es intentar fijarse en esas cosas, que no pasen desapercibidas, para poder disfrutarlas. Aprender a ser felices, aunque no estemos plenamente satisfechos. Nunca seremos plenamente felices, se nos irá la vida esperando que llegue nuestra idea de felicidad plena. Siempre habrá algo en nuestras vidas que no nos guste o nos provoque sufrimiento. Así que no busquemos la felicidad plena, porque no existe. Disfrutemos de los buenos momentos de la vida, que no son pocos.
Y si tenemos un mal día, hagamos algo para y por nosotros, démonos ese capricho que necesitamos, sea descansar, pintar, bailar, comernos un capricho, jugar a algo, salir, charlar, caminar... busquemos un poquito de felicidad cada día. Que no se nos olvide sonreir.