domingo, 30 de octubre de 2016

EN BUSCA DE... ¿LA FELICIDAD?

Todos queremos ser felices. Si consideramos que no somos felices, nos deprimimos. Necesitamos tener un día perfecto para tener la impresión de que la felicidad ha existido. Pero, ¿qué es la felicidad? Buscando en Internet, encuentro esta definición: "Estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno". Esta definición tiene tres aspectos clave:
  1. Sentirse plenamente satisfecho
  2. Gozar de lo que desea
  3. Disfrutar de algo bueno
El sentirse plenamente satisfecho implica varias cosas. Por una parte, para sentirnos satisfechos, tenemos que tener ciertas expectativas "de satisfacción". Es decir, yo no puedo saber si estoy o no satisfecho si no tengo una idea de qué es estar satisfecho o no estarlo, o qué necesito para estarlo. Por decirlo de otra manera: nos basamos en ideas preconcebidas, que, en la mayoría de las veces, no hemos reflexionado sobre ellas, para saber si estamos o no satisfechos. Pero, además, parece que no sirve con estar satisfechos. Para ser felices hay que estar plenamente satisfechos, se tienen que haber cumplido esas expectativas en alto grado. 

Esto me lleva a la idea de que el ser humano, o nuestra cultura, no aprecia las pequeñas alegrías de la vida. "Si no soy plenamente feliz, no soy feliz". Eso parece que es lo que aprendemos a lo largo de nuestra vida. Nos formamos expectativas muy altas, las mejores, y soñamos con lograrlas. El problema es cuando esas expectativas son prácticamente inalcanzables. Entonces, nos estaremos lanzando a una vida larga, que nos resultará inaguantable y muy frustrante.

Porque... ¿qué deseamos? Podemos hacer una lista muy larga de deseos, por ejemplo: ser millonario, encontrar al "hombre perfecto", trabajar en mi vocación, tener un cochazo, hacerme una casita en la sierra con piscina, tener una gran familia, irme de compras todas las semanas... Está bien tener claro qué cosas nos harían felices, pero en la mayoría de los casos nunca se nos ocurre pensar qué ocurre en nuestro día a día que nos haga feliz. Nos olvidamos de esa parte, como si no existiera. De hecho, podemos vivir muchos aspectos positivos a diario y pensar que somos infelices, porque nos olvidamos de ellos, sólo pensamos en "el coche que no me puedo comprar", en "el jefe que no valora mi trabajo" o en que "esta semana tampoco me ha tocado la lotería".

Y, por fin, al final de la definición, aparece la idea de que disfrutar de "algo bueno" (algo que parece que no está definido en nuestras vidas, algo que ocurre porque sí). Eso también nos hace felices. Y démonos cuenta de algo: las personas tenemos capacidad para actuar e influir en nuestro ambiente y en nuestra vida, podemos tomar decisiones, cambiar de opinión y hacer cambios en nuestras vidas, pero no podemos controlarlo todo. Podemos madrugar mucho para no llegar tarde al trabajo, pero puede haber un accidente que produzca atascos, por ejemplo. La vida es impredecible, aleatoria en cierto modo. Nos trae cosas buenas y cosas malas. Al igual que no podemos evitar llegar tarde al trabajo algunos días, podemos encontrarnos dinero por la calle, o encontrarnos a un viejo amigo...

La vida está llena de sorpresas o de rutinas simples que pueden alegrarnos el día. Lo importante es intentar fijarse en esas cosas, que no pasen desapercibidas, para poder disfrutarlas. Aprender a ser felices, aunque no estemos plenamente satisfechos. Nunca seremos plenamente felices, se nos irá la vida esperando que llegue nuestra idea de felicidad plena. Siempre habrá algo en nuestras vidas que no nos guste o nos provoque sufrimiento. Así que no busquemos la felicidad plena, porque no existe. Disfrutemos de los buenos momentos de la vida, que no son pocos.

Y si tenemos un mal día, hagamos algo para y por nosotros, démonos ese capricho que necesitamos, sea descansar, pintar, bailar, comernos un capricho, jugar a algo, salir, charlar, caminar... busquemos un poquito de felicidad cada día. Que no se nos olvide sonreir.


sábado, 22 de octubre de 2016

¿HASTA DONDE LLEGARÍAS?

En los últimos días he comenzado a leer un libro titulado "Cuerdos entre Locos". Habla sobre algunos de los psicólogos que han hecho las aportaciones más importantes de la psicología. Pero no se queda únicamente en relatar sus investigaciones, si no que habla de ellos, y narra la forma en que ocurrieron.

Uno de los capítulos que he leído hasta el momento habla sobre Milgram y su experimento sobre la obediencia. Para aquellos que no lo conozcan, el experimento consistió en pedirle a los participantes que dieran descargas eléctricas a otros participantes cuando estos últimos fallaban al repetir listas de palabras. Se les dijo que el objetivo era ver los resultados que tenían los castigos con descargas en el aprendizaje. No parece la cosa del otro mundo, pero en realidad, sí lo era. Los participantes que recibían las descargas eran actores, estaban de acuerdo con el investigador para fingir dolor, para decir que tenían problemas de corazón y para suplicar que dejaran de darles descargas llegado el momento. El caso es que el 65% de los participantes siguieron dando descargas a pesar de las quejas de los participantes, mientras el investigador les decía que debían continuar.

Impresiona. Impresiona lo que el ser humano es capaz de hacer. Démonos cuenta de que los participantes pensaban que ellos mismos podían haber estado sentados en la silla de descargas, porque al inicio, se fingía un sorteo de los puestos, en el que siempre el actor recibiría las descargas. Pero el participante lo desconocía. Para él, el dolor del otro era real: oía sus gritos, sus comentarios sobre su salud, y al final, sus alaridos y gritos de súplica. Pensaría que él podría estar ahí sentado, sufriendo.

El 65% siguió adelante, pero no debió ser fácil para ellos. Eran personas normales, como nosotros, como nuestros vecinos. No eran personas acostumbradas a inflingir dolor a los demás. Eran personas con empatía, capaces de ponerse en el lugar de otras personas; personas con amigos, familia, hijos... con trabajos normales, que escuchan música y plantan flores en su jardín.

La primera vez que escuché hablar del experimento en la universidad, recuerdo lo interesante que me pareció, pero no me metí dentro. No me imaginé cómo fue, cómo sería estar dentro, qué sentirían los participantes, qué pensarían... No se me pasó por la cabeza qué habría hecho yo en esa situación.

Esas personas que no se negaron a continuar...¿Acaso eran malas personas? ¿No tenían piedad? ¿O eran obedientes hasta ese punto? ¿Hasta cambiar su forma de comportarse? ¿Serían así siempre? ¿Qué harían en sus vidas antes? ¿Y después? 

En el libro, se relata dos encuentros con dos participantes del experimento. Uno de ellos paró, el otro continúo. ¿Qué los diferenciaba? ¿Se comportaron igual en el resto de sus vidas? Ambos parecen recordar la experiencia como si se hubiera grabado a fuego en su memoria, como si todavía reflexionaran sobre lo ocurrido después de tantos años...Porque al terminar el experimento se les informaba, se les explicaba que el dolor del otro participante era fingido y que estaba perfectamente sano. Pero eso no pareció calmar las mentes de los participantes. El que paró, después fue a la guerra. Se podría pensar que si paró habría en él rebeldía... Pero ¿cabe la rebeldía en un soldado? En cuanto al otro participante, el que había continuado con las descargas, cambió su vida (dejó su carrera, declaró su homosexualidad en aquella época, y se convirtió en maestro). Era obediente, y dejó de serlo.

Las situaciones tienen un importante papel en nuestro comportamiento, pero no lo es todo. No podemos decir que los participantes siguieron adelante únicamente porque un investigador con bata les decía que lo hicieran... Si fuera así, el 100% habría continuado, pero no fue así. Las personas tenemos capacidad de decisión, podemos cambiar nuestro comportamiento. Aún así, nos dejamos llevar por la situación.

Me pone los pelos de punta el imaginar de lo que es capaz el ser humano. Todos conocemos las atrocidades que se han cometido a lo largo de la Historia. Parece algo lejano, algo debido a la cultura y la forma de vivir de ese momento, a la necesidad, al hambre, a la desesperación, a la locura de algunos. Pero no es así. Estas personas no estaban desesperados. Podían negarse, aunque se les dijera que continuaran, podían dejar de mover sus manos. Y no lo hicieron. Pero me consuela y me da esperanza el ver que el ser humano también es capaz de cambiar en el otro sentido. El ser humano es capaz de mejorar su vida y la de los demás. El ser humano es maravilloso, y debemos cultivarlo para hacer de la humanidad algo todavía más hermoso.

domingo, 16 de octubre de 2016

CUANDO TE DICEN "NO PUEDES"

A todos nos ha ocurrido alguna vez que alguien nos ha dicho que no podríamos lograr algo. Todos tenemos sueños, metas, ilusiones que alcanzar, pero, a veces, tenemos miedo de compartirlas con los demás por esa frase que convierte nuestras metas en humo: "no lo vas a lograr" o "eso es imposible/muy difícil". Cuando nos dicen esto, empezamos a dudar, desconfiamos de nosotros, y de la viabilidad de nuestro proyecto. Y la duda puede ser esa grieta que va creciendo lentamente hasta convertirlo todo en pedazos.

Estamos acostumbrados a creernos lo que los demás nos dicen. Crecemos oyendo que somos buenos en algunas cosas... pero, generalmente, nos dicen más veces aquello que se nos da mal. Si algo se nos dio mal la primera vez y nos lo dijeron, la siguiente vez creeremos que ocurrirá lo mismo, y lo haremos con miedo, lo que no nos ayuda a mejorar. 

Si en el colegio se nos daba bien plástica, pero mal inglés, nos apuntaban a clases de inglés, pero no a pintura. Y, a la larga, terminamos pensando que aquello que se nos da mal no podremos mejorarlo nunca. Si nos cuesta el inglés de pequeños, aprendemos a que no nos guste. Porque no es, simplemente, algo más que hacemos en el colegio, es eso que tenemos que ir a hacer después del colegio, y que se nos da mal, y que nos cuesta, y se convierte en una obligación, en algo que no nos aporta nada positivo, pero por lo que tenemos que esforzarnos a diario. Perdemos toda motivación y rendimos menos. Y así, aprendemos que hay cosas en la vida imposibles para nosotros. 

Aprendemos que no tenemos ciertas habilidades, y lo convertimos en alguno interno, algo propio de nosotros mismos: pensamos que somos torpes, mediocres, simples... y que no podemos cambiarlo. Así, cuando tenemos que enfrentarnos a nuevos retos en nuestra vida, pensamos en esas limitaciones que tenemos: "soy tímido... no se me va a dar bien la entrevista..."; "quiero empezar un negocio... pero soy un negado para las cuentas...". Nosotros mismos nos cortamos las alas, creamos muros altísimos ante nosotros que creemos que no podemos superar, pero ni siquiera nos acercamos para ver si podemos treparlos o no. Y no nos damos ni cuenta de que quizá podemos pasar esos muros de otra forma...

Todos tenemos habilidades. Todos somos buenos en algo. Pero generalmente, nos olvidamos de ello. Quizá no se nos den bien las cuentas, pero podemos buscar a alguien que nos explique o nos ayude con ello. Quizá seamos tímidos, pero podemos tener un buen curriculum/experiencia que nos avale en la entrevista. Y lo más importante de todo: tenemos MOTIVACIÓN. No hay nada que nos haga crecer tanto como el tener ganas de lograr algo. Por mucho que tengamos que trepar, por mucho que nos duelan las yemas de los dedos o se nos cansen los brazos, o nos caigamos, si estamos motivados: llegaremos. No importa caerse, y mucho menos cuántas veces pase eso. Podemos seguir intentándolo, y lo conseguiremos. Cada vez que nos caigamos, será una lección de algo que no debemos hacer la próxima vez. Nos ayudará a hacernos más fuertes y experimentados, y el siguiente intento, será mejor. Y es que hay algo que no sabemos: podemos cambiar. No somos personas iguales a lo largo de toda nuestra vida... si no que aprendemos, crecemos, nos adaptamos y adquirimos nuevos comportamientos... formas de pensar... Pero no nos damos cuenta de ello. Cambiamos despacio, y no percibimos esos cambios. Por eso pensamos que no podemos cambiar. Pero todos cambiamos, cambia nuestro cuerpo y cambia nuestro cerebro.

Y otra cosa que nos suele echar para atrás es el compararnos con los demás. Crecemos viendo cómo nuestros compañeros sacan mejores notas sin esfuerzo. Vemos a familiares chulear de lo buenos que son sus hijos. Nuestros padres nos comparan con nuestros hermanos o primos. Y aprendemos que hay cosas que hacemos mal porque otros las hacen mejor. El que algo nos cueste más que a los demás no quiere decir que seamos peores que ellos, sólo demuestra que nosotros somos fuertes y valientes, porque seguimos intentándolo. El que algo sea difícil y se intente, demuestra motivación, tenacidad, valor. Es tomar el camino largo pero el que más nos puede llenar y hacer rica nuestra experiencia. No nos quedemos en el camino fácil por miedo, porque cuando lleguemos al final, nos acordaremos de ese otro camino que podíamos haber tomado.

Si quieres hacer algo: hazlo. No preguntes. No dudes. No te rindas sin empezar. Anda, lucha y pide ayuda si lo necesitas. Es la única forma de llegar a donde queremos. Nadie andará por ti. Sólo tú puedes lograr tus sueños.

domingo, 9 de octubre de 2016

¿CÓMO ES TU MONSTRUO?

Todos tenemos monstruos. Uno, dos, tres... o miles. Pero todos tenemos, al menos, uno. Se podría pensar que nacemos con uno debajo del brazo. Pero ¿todos los monstruos son malos? Según alguna películas, no. La sociedad nos dice que sí. Hemos crecido con la idea de que los monstruos son malos y que tenemos que luchar contra ellos. Afortunadamente, la sociedad cambia. Ahora, los niños pueden tener una idea distinta de ellos...

Los monstruos son muy distintos los unos de los otros. Cada monstruo depende de su humano, de cómo nosotros lo veamos. Podemos tener monstruos que nos atemorizan y nos dicen que hacemos las cosas mal, que no valemos, que se van a reir de nosotros, que no vamos a lograr nuestras metas, o que nos recuerdan nuestros peores momentos vividos, monstruos que nos hacen desconfiar de los demás o del futuro... Los mosntruos no nos dejan ser felices. Pero, ocurre una cosa: cuanta más atención les prestemos, más grandes nos parecerán, más grandes serán sus colmillos, más nos gritarán... en definitiva: más daño nos harán. Cuanto más pensemos en ellos, cuanto más luchemos contra ellos, más fuertes se harán, seguirán ahí, y más agresivos serán... Dos no pelean, si uno no quiere, ¿verdad?

Quizá, si los dejamos existir, si aceptamos que estan ahí, y no luchamos contra ellos, se aburran de gritarnos, bajen su voz y se vuelvan chiquititos.

Si les oímos pero no nos creemos lo que dicen, sus palabras no nos harán daño, y podremos darnos cuenta de algunas cosas: lo que es importante para nosotros y cuáles son nuestros miedos. Si hacemos esto, quizá podamos sacar algo positivo: el que nuestros monstruos nos ayuden a enfocar nuestra vida a las cosas importantes, que nos hagan reflexionar y cambiar nuestras actitudes y comportamientos... y podamos acerarnos a aquello que nos hace tener una vida plena.

Miremos a nuestros monstruos a los ojos. Seamos conscientes de que allí están y de que no se van a ir. Veremos que no son tan horribles como creíamos. Veremos que sus palabras son sólo aire que sale de su boca con la intención de engañarnos. Sus palabras son mentiras. Escuchemos sin creerlo. Pensemos, reflexionemos y busquemos crecer en la vida. Solo haciendo frente al miedo podemos superarlo.

Aceptemos lo que no podamos cambiar y luchemos por aquello que esté a nuestro alcance.

Los monstruos pueden ser malos, pero más malos serán cuanto peor sea nuestra mirada hacia ellos. Tengamos en cuenta que podemos aprender de ellos. Veamos su "lado bueno" y aprovechémoslo. Estarán ahí de todas formas...

sábado, 1 de octubre de 2016

EL LENGUAJE MODELA EL PENSAMIENTO

Una de las frases que dicen los psicólogos y que más puede confundir a la gente es "el lenguaje modula el pensamiento", "el lenguaje influye en el pensamiento"... Parece algo muy complejo. "¿Qué tiene que ver el lenguaje con lo que yo pienso?" podemos pensar, parecen dos cosas distintas, sin relación, pero en el fondo no es así. Vamos a ver cómo se relacionan:

Cuando nacemos, no sabemos hablar, y tampoco pensar. Según va pasando el tiempo, vamos aprendiendo a decir algunas palabras, cada vez nuestro lenguaje es más amplio. Pero, ¿cómo empezamos a pensar? Quienes tengan niños pequeños cerca se habrán podido dar cuenta de una cosa: a veces, hablan solos, sobre todo, cuando están haciendo una tarea. ¿Y qué dicen? Lo que tienen que ir haciendo. Si tienen que recortar una figura, dicen, por ejemplo "voy a cortar"...o si están pintando, dicen "ahora, el rojo" mientras lo cogen. ¿Por qué? Porque están interiorizando el pensamiento, utilizan el lenguaje para hablarse a sí mismos pero no saben hacerlo en silencio, por eso, hablan.

Nuestro pensamiento es lenguaje. Según crecemos, adquirimos la capacidad de poder hablar con nosotros mismos en silencio (de pensar). Igual que primero aprendemos a leer en voz alta y luego aprendemos a leer en silencio, primero aprendemos a pensar en voz alta, y después, ya no necesitamos decir las palabras. Ahí aparece el pensamiento.

Por tanto, el pensamiento es lenguaje. El pensamiento es lo que nos decimos a nosotros mismos en silencio. Y, por eso mismo, la forma de nuestro lenguaje afectará a nuestra forma de pensar; el mensaje que nos damos, será distinto. Esto es lo que significa esa frase tan rara del principio. Veamos ejemplos para entenderlo mejor.

El lenguaje expresa significados. Las palabras pueden expresar cosas "positivas" (bonito, alegre, soleado, bueno...) o cosas "negativas" (malo, horrible, miedo, asqueroso, feo, tonto...)  cosas "concretas" (mesa, silla, lápiz) o cosas "abstractas"(inteligencia, incertidumbre, alegría, sinceridad), por ejemplo, y ello influye en el valor que le damos a las cosas.

- Si decimos que algo es "malo", nos centraremos en palabras y pensamientos negativos, y no nos fijaremos en todos esos aspectos positivos que pueda tener. Por ejemplo, si pensamos "mi trabajo es horrible" estamos olvidando los aspectos positivos que puede tener, como el sentirnos útil, y tendremos menos ganas de ir a trabajar al día siguiente. No sería lo mismo decir eso, que decir "este trabajo es duro, estoy cansado". En este caso, no estamos añadiendo significados negativos, no estamos echando más peso en la mochila, no nos sentiremos tan mal como lo haríamos en el primer caso.

- Si pensamos, por ejemplo que algo es "difícil de conseguir", le damos un valor abstracto, parece algo más raro, más inalcanzable, que si pensamos, por ejemplo, "estudiaré una hora más al día". En el segundo caso, estamos convirtiéndolo en algo concreto. Así, lo simplificamos y lo hacemos accesible.

Por tanto, en función de lo primero que nos decimos (de ese primer pensamiento), nos vendrán otras palabras después del mismo tipo. Una forma de romper ese bucle es darnos cuenta de que estamos dándole más valor negativo a las cosas del que realmente tienen. Así, podemos cambiar la forma en que nos hablamos, buscar palabras más neutras, centrarnos y buscar objetivos o cosas que podemos hacer en vez de quedarnos "atascados" en eso negativo. Es decir, aprovechemos que sabemos qué hace que nuestro pensamiento cambie, y utilicémoslo:  nuestro pensamiento cambiará.

Sin embargo, esto no es sencillo. La sociedad, la cultura, nos ha enseñado a cuestionar las cosas, a juzgarlas, a criticarlas y a no estar conformes. Nos enseña a juzgar, pero no a aceptar. Por eso, estamos tan acostumbrados a poner etiquetas negativas a todo, hasta el punto de que lo tenemos automatizado (nos sale sólo). Pero seamos conscientes de otra cosa: el cerebro cambia, nosotros podemos cambiar, es sólo cuestión de práctica, de estar atentos. Prestemos atención a nuestro pensamiento, e intentemos darle una vuelta a aquello negativo que nos diga. A lo mejor, nos damos cuenta de que las cosas no son siempre como parecen a primera vista... a lo mejor nos damos cuenta de que nosotros le damos más importancia, más relevancia, a aquello que no nos gusta, mientras que pasamos de largo ante las cosas más normales de la vida, que también tienen importancia.

No llevemos una mochila a la espalda llena de mal humor, cansancio, tristeza, desesperanza y aburrimiento. Quitémonos todo el peso que podamos. Será liberador.