sábado, 1 de octubre de 2016

EL LENGUAJE MODELA EL PENSAMIENTO

Una de las frases que dicen los psicólogos y que más puede confundir a la gente es "el lenguaje modula el pensamiento", "el lenguaje influye en el pensamiento"... Parece algo muy complejo. "¿Qué tiene que ver el lenguaje con lo que yo pienso?" podemos pensar, parecen dos cosas distintas, sin relación, pero en el fondo no es así. Vamos a ver cómo se relacionan:

Cuando nacemos, no sabemos hablar, y tampoco pensar. Según va pasando el tiempo, vamos aprendiendo a decir algunas palabras, cada vez nuestro lenguaje es más amplio. Pero, ¿cómo empezamos a pensar? Quienes tengan niños pequeños cerca se habrán podido dar cuenta de una cosa: a veces, hablan solos, sobre todo, cuando están haciendo una tarea. ¿Y qué dicen? Lo que tienen que ir haciendo. Si tienen que recortar una figura, dicen, por ejemplo "voy a cortar"...o si están pintando, dicen "ahora, el rojo" mientras lo cogen. ¿Por qué? Porque están interiorizando el pensamiento, utilizan el lenguaje para hablarse a sí mismos pero no saben hacerlo en silencio, por eso, hablan.

Nuestro pensamiento es lenguaje. Según crecemos, adquirimos la capacidad de poder hablar con nosotros mismos en silencio (de pensar). Igual que primero aprendemos a leer en voz alta y luego aprendemos a leer en silencio, primero aprendemos a pensar en voz alta, y después, ya no necesitamos decir las palabras. Ahí aparece el pensamiento.

Por tanto, el pensamiento es lenguaje. El pensamiento es lo que nos decimos a nosotros mismos en silencio. Y, por eso mismo, la forma de nuestro lenguaje afectará a nuestra forma de pensar; el mensaje que nos damos, será distinto. Esto es lo que significa esa frase tan rara del principio. Veamos ejemplos para entenderlo mejor.

El lenguaje expresa significados. Las palabras pueden expresar cosas "positivas" (bonito, alegre, soleado, bueno...) o cosas "negativas" (malo, horrible, miedo, asqueroso, feo, tonto...)  cosas "concretas" (mesa, silla, lápiz) o cosas "abstractas"(inteligencia, incertidumbre, alegría, sinceridad), por ejemplo, y ello influye en el valor que le damos a las cosas.

- Si decimos que algo es "malo", nos centraremos en palabras y pensamientos negativos, y no nos fijaremos en todos esos aspectos positivos que pueda tener. Por ejemplo, si pensamos "mi trabajo es horrible" estamos olvidando los aspectos positivos que puede tener, como el sentirnos útil, y tendremos menos ganas de ir a trabajar al día siguiente. No sería lo mismo decir eso, que decir "este trabajo es duro, estoy cansado". En este caso, no estamos añadiendo significados negativos, no estamos echando más peso en la mochila, no nos sentiremos tan mal como lo haríamos en el primer caso.

- Si pensamos, por ejemplo que algo es "difícil de conseguir", le damos un valor abstracto, parece algo más raro, más inalcanzable, que si pensamos, por ejemplo, "estudiaré una hora más al día". En el segundo caso, estamos convirtiéndolo en algo concreto. Así, lo simplificamos y lo hacemos accesible.

Por tanto, en función de lo primero que nos decimos (de ese primer pensamiento), nos vendrán otras palabras después del mismo tipo. Una forma de romper ese bucle es darnos cuenta de que estamos dándole más valor negativo a las cosas del que realmente tienen. Así, podemos cambiar la forma en que nos hablamos, buscar palabras más neutras, centrarnos y buscar objetivos o cosas que podemos hacer en vez de quedarnos "atascados" en eso negativo. Es decir, aprovechemos que sabemos qué hace que nuestro pensamiento cambie, y utilicémoslo:  nuestro pensamiento cambiará.

Sin embargo, esto no es sencillo. La sociedad, la cultura, nos ha enseñado a cuestionar las cosas, a juzgarlas, a criticarlas y a no estar conformes. Nos enseña a juzgar, pero no a aceptar. Por eso, estamos tan acostumbrados a poner etiquetas negativas a todo, hasta el punto de que lo tenemos automatizado (nos sale sólo). Pero seamos conscientes de otra cosa: el cerebro cambia, nosotros podemos cambiar, es sólo cuestión de práctica, de estar atentos. Prestemos atención a nuestro pensamiento, e intentemos darle una vuelta a aquello negativo que nos diga. A lo mejor, nos damos cuenta de que las cosas no son siempre como parecen a primera vista... a lo mejor nos damos cuenta de que nosotros le damos más importancia, más relevancia, a aquello que no nos gusta, mientras que pasamos de largo ante las cosas más normales de la vida, que también tienen importancia.

No llevemos una mochila a la espalda llena de mal humor, cansancio, tristeza, desesperanza y aburrimiento. Quitémonos todo el peso que podamos. Será liberador.

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