miércoles, 22 de noviembre de 2017

MI NIÑO NO ME COME


Mucha gente, o la mayoría, tiene una relación insana en su vida, y no se dan cuenta de ello: la relación con la comida. No se trata únicamente de no llevar una dieta equilibrada, si no de hacer un uso "inadecuado" de la comida. ¿Cómo puede hacerse eso? Muy sencillo: la comida sirve para alimentarnos, para darnos la energía, las vitaminas, las cosas que necesitamos para que funcione bien nuestro cuerpo. Por tanto, cuando comemos por una razón distinta a la de alimentarnos, estamos haciendo un uso inadecuado. Por ejemplo: cuando "picamos algo" viendo una película (que suele ser un bol enorme de palomitas con un refresco grande), cuando nos damos un atracón "porque está todo muy rico", cuando quedamos con amigos y nos pasamos horas bebiendo y "picando", o cuando estamos tristes y nos da por comer chocolate, helado, chucherías... o pizza (porque eso nos han enseñado en la televisión). Estos ejemplos son muy cotidianos, y los hacemos todos. El problema está en que le damos otro valor a la comida, se convierte en algo que hacemos para entretenernos, para divertirnos, o para hacernos sentir mejor. En la mayoría de los casos, la mayor consecuencia que tiene esto son malos hábitos y enfermedades (comunes, pero no por ello menos importantes) como el colesterol alto, diabetes, sobrepeso... Pero también pueden convertirse en problemas más graves cuando se extremiza el caso, como en los trastornos de la conducta alimentaria.

Tener buenos hábitos de alimentación es algo que se aprende de niño. El niño siempre va a crecer imitando las conductas de sus padres. Si sus padres comen mientras ven la televisión, el niño también querrá hacerlo, y lo hará, porque los padres no suelen corregir en el niño los malos hábitos que tienen ellos mismos. Pero ¿qué puede tener de malo que el niño coma viendo una película? Primero: come por comer. Segundo: no come comida sana, si no que tiende a ser comida que no aporta nutrientes, solo sal, azúcar y grasas saturadas, además de productos artificiales. Y tercero: como lo que hace es prestar atención a la película, no se da cuenta de la cantidad de patatas que ha comido, no siente cuándo está saciado y puede llegar a comer tanto que le haga sentir molestias después.

Otro mal hábito, muy común actualmente, son los niños que "no comen". Eso de oír a las madres decir: "mi niño no me come" no es que el niño realmente no coma, si no porque no come la mayoría de las cosas que debería comer. Lo que ocurre es que a los niños le gustan las comidas que le gustan a los niños: los macarrones, los filetes con patatas, las salchichas... Cuando un padre o una madre le pone al niño una comida que no le gusta, lo que pasa es que, al final, el niño no se lo come porque los padres no insisten para que lo haga. Por no discutir, por no enfadarse, por no tardar una hora en que el niño coma algo, los padres ceden, y el niño consigue no comer eso que no le gusta. Además, existe otro problema: la sobreprotección. Es cuando la madre o el padre, le dan otra cosa al niño para comer. Es decir, le hacen otra comida que le gusta, o le dan un complemento alimenticio (que no sustituye una dieta equilibrada) en forma de colacao, o le llevan un bollo o algo que les gusta cuando van a buscarlos después del cole para que coma (porque "pobrecito, tendrá mucha hambre").  Así, el niño lo que aprende es que no tiene porqué comer cosas que no le gustan y, además, conseguirá algo que sí le gusta. Así, lo único que se consigue es un niño mal alimentado y caprichoso, y unos padres que viven "preocupados" porque su niño coma (como el tener que comprarle las cosas que le gustan, porque otro zumo o batido no se lo toma, o haciendo comidas específicas para él). Y, aparte de las consecuencias que esto tenga durante la infancia del niño, lo que ocurrirá en su edad adulta será que seguirá con una dieta poca variada y otros malos hábitos acumulados.

Pero, "¿qué puedo hacer si no quiere comer?" pensarán los padres... 

- Lo primero, evitar la sobreprotección: a un niño no le pasa nada porque un día no coma. Si no quiere comer, y se va al colegio con el estómago vacío, sólo le pasará una cosa: tendrá hambre. Lo único que hay que hacer es darle la merienda, pero una merienda sana (no un bollo o galletas o chocolatinas), y darle la merienda igual que siempre (en casa, a la hora de siempre), no llevárselo al final de clase "porque tendrá hambre". 

- Lo segundo, educarle: eso de... "las lentejas, si quieres las tomas y si no, las dejas..." nada. Mejor decirle: "si quieres las tomas... y si no, también". Recuerdo un anuncio de televisión de un frigorífico que iba sobre un niño que no se comía las espinacas, y su madre se las ponía una y otra vez hasta que el niño se las comía. Esa es la idea: enseñarle que la comida que se ha preparado es la que tiene que comer y que no hay otra opción. Con el tiempo, se acostumbrará a comer de todo y llevará una dieta más sana durante su vida adulta.

martes, 31 de octubre de 2017

ACTITUDES


¿Alguna vez te has dado cuenta de la importancia que tienen las actitudes en nuestra vida? ¿Te has planteado cómo hubieran sido las cosas si hubieras reaccionado de forma distinta en algún momento concreto... hacia algo o alguien en concreto? ¿Por qué aquella vez dijiste que no? Cuando después, te diste cuenta de que deberías haber dicho un "sí" o un "quizá"... Puede ser que actuaras movido por tus actitudes.

Seguramente no te hayas dado cuenta de que las tienes... es más probable que te hayas fijado en las de los demás... Por eso de que "se ve mejor la mota en el ojo ajeno", aunque no siempre tiene que tratarse de algo negativo... Seguro que te has dado cuenta de que, en tu día a día, hay personas que se enfrentan a la vida de distinta forma: unos con un "¡claro que sí!" y otros con un "no". Parece, incluso, que da igual el contexto, la situación, la persona con la que esté, el tema... parece que siempre reaccionan igual ante cualquier cosa. Y eso es porque tienen actitudes.

Las actitudes son, por así decirlo, la forma o la tendencia que tiene una persona de reaccionar afectivamente hacia algo (circunstancias, problemas, propuestas, personas...). Es como si tuviéramos un filtro positivo o negativo (grosso modo) que hace que aquello que se nos ponga delante nos parezca maravilloso u horrible. Nos genera emociones, y hace que reaccionemos ante las cosas de determinada manera.

Durante nuestra vida, todo aquello que vivimos, nos hace crearnos una idea general de cómo es el mundo, aunque no seamos plenamente conscientes de estas ideas. Y, como el pensamiento y la emoción van de la mano... nos hacen sentir un valor afectivo general hacia el mundo. Es decir, aparecen emociones positivas o negativas hacia el mundo y la vida en general. Y vivimos, enfrentándonos a lo que nos pasa, partiendo de esas ideas y emociones, que están en el fondo de nuestra cabeza, sin que nos demos cuenta de ello.

¿Y cuáles son las consecuencias que tienen estas actitudes en nuestra vida? Que guían nuestras reacciones y, por tanto, nuestro comportamiento. Por ejemplo: personas con actitudes negativas, pueden decirte que la fiesta de Halloween es una tontería, una excusa más para el consumismo, para emborracharse, etc; y otra, decirte que está muy bien porque distrae a los niños, enriquece la cultura y es un motivo más de reunión con los amigos. Un mismo tema, distintas actitudes. Otro ejemplo: las personas que se toman las dificultades como retos, frente a las personas que se quejan hasta de aquello que se supone que les gusta.

Pero el que las actitudes sean una tendencia... no quiere decir que no podamos cambiarlas... Si intentamos tener los ojos bien abiertos a nuestras ideas sobre el mundo, al valor que tendemos a darle a las cosas... estaremos más cerca de poder darnos un segundo para pensar si queremos dejarnos llevar por nuestras actitudes... o si queremos darle el beneficio de la duda a lo que se nos ponga por delante.

Si tiendes a decir que sí siempre, párate y piensa, si realmente quieres decir que sí. A lo mejor, en algún caso, te supone un esfuerzo o un reto al que, en este momento, no puedes hacer frente... o te supone mayor inversión de tiempo y trabajo que los beneficios o la diversión que puedas obtener.

Si tiendes a decir que no siempre, dale el beneficio de la duda a lo que tienes delante. A lo mejor, no es tan malo como puedas pensar, y te puede aportar cosas sobre las que ni siquiera has pensado...

Buscar el cambio en nuestras vidas hace que vivamos nuevas experiencias, que aprendamos y que adquiramos otros puntos de vista. Nos enriquece.

viernes, 22 de septiembre de 2017

POR QUÉ NADIE AYUDA...


Todos lo hemos hecho alguna vez... Todos estamos sujetos a su influencia... Pero no nos damos cuenta de ello. Ponemos excusas, buscamos justificaciones para nuestro comportamiento... pero son solo eso: excusas.

¿Cuántas veces te han pedido ayuda? Mejor, hagamos la pregunta más fácil... ¿Cuántas veces, en la última semana, alguien te ha pedido ayuda? De esas veces, ¿cuántas has dado la ayuda que te pedían? Seguramente, no te sientas orgulloso de aquellas ocasiones (aunque sean pocas) en las que has denegado tu ayuda... ¿Por qué? Porque tenemos el altruismo arraigado dentro de nosotros.

El ser humano es un ser social, ha evolucionado y sobrevivido durante la historia gracias a encontrarse en un grupo, un grupo que colabora, que sigue unas reglas, y que se mantiene gracias a las relaciones de los unos con los otros. De hecho, los niños no sobrevivirían sin las ayudas de sus padres, o de otros familiares, o de personas dispuestas a ayudarlos...

Por tanto, el ser humano tiende a ayudar, pero no siempre lo hace. Incluso, puede llegar a darse el caso de que aún sabiendo que debe hacerlo, no lo haga, y después, tenga remordimientos. De hecho, han ocurrido muchos delitos con testigos que no ayudan a las víctimas. Acoso escolar, violaciones, agresiones... donde los testigos ni siquiera llaman a la policía o a emergencias, o socorren a la víctima cuando el agresor se ha marchado... ¿Por qué? ¿Por qué no ofrecemos nuestra ayuda si pensamos que debemos hacerlo? ¿O es que esos testigos son malas personas, impasibles al dolor de los demás? Pero... ¿es posible que todos los testigos de esos actos sean así?

Darley y Lanaté investigaron los factores que pueden hacer que la conducta de ayuda no se produzca. Imagínate esta situación: estás en una sala de espera. Te han dicho que en otras salas hay otras personas esperando, y que os avisan de que os toca ser atendidos por el interfono que todos podéis oír. Tú estás esperando, tan tranquilo, y de repente, empiezas a oír por el interfono que alguien está sufriendo un ataque y necesita ayuda. ¿Qué harías? ¿Reaccionarías inmediatamente? Porque te das cuenta de que las otras personas también lo están escuchando... y nadie sale a avisar... Puede que empieces a plantearte que, a lo mejor, estás confundido, que no es nada grave, que seguramente ya estén atendiendo a la persona... A lo mejor... no haces nada.
Ahora, imagínate la misma situación, pero cuando te llevan a la sala de espera, te dicen que no hay nadie más esperando, y después, oyes cómo una persona sufre un ataque. ¿Qué harías? ¿Reaccionarías inmediatamente? ¿O te pararías a reflexionar?
Éstas son situaciones que crearon dichos investigadores en su estudio. Los resultados fueron claros: saber que hay otras personas, además de nosotros, hace que la probabilidad de que reaccionemos para dar ayuda sea menor. Y además, tardamos más tiempo en tomar la decisión de ayudar.
Para entender en mayor profundidad por qué pasaba esto, hicieron entrevistas a los participantes, y vieron que, aunque no hubieran avisado, aunque no hubieran ofrecido su ayuda, después, se sentían mal y preocupados. ¿Por qué no habían reaccionado entonces? Darley y Latané llegaron a la conclusión de que había tres factores que interfirieron con la conducta de ayuda:

- La inhibición por la audiencia: es decir, el miedo, la vergüenza, que sentimos al saltarnos una norma social (una norma social es una regla que tiene un grupo de personas, o una cultura, que dirige el comportamiento de las personas dentro del grupo... por ejemplo: no hablar con la boca llena). A lo mejor, los participantes de la investigación pensaron que, si realmente no era un ataque o algo importante, los demás podrían reírse por su equivocación.

- La influencia social: sería la presión que todos sentimos por aceptar como verdad/correcto aquello que los demás dicen o hacen. Vendría a ser eso de... "donde fueres, haz lo que vieres". En este caso, los participantes no hacen nada... porque piensan que hay otros participantes que tampoco hacen nada. "Si ellos no lo hacen... será por algo".

- La difusión de la responsabilidad: cuando una persona piensa que es el único que puede hacer algo, siente que la responsabilidad y la culpa recaen sobre él. Pero, si hay más personas... se pasa a atribuir la responsabilidad entre todos los presentes, parece que es más pequeña la parte que nos toca... Además, de que podemos pensar que alguno de los otros ha actuado o va a hacerlo en breve... "¿Para qué voy a hacerlo yo? Ya deben haber avisado" podemos pensar... Y dejamos de sentir esa preocupación.

Estos factores pueden influirnos a cualquiera, de hecho, nos influyen a todos constantemente, por ejemplo, cuando paseamos por una ciudad y una persona sin techo nos pide comida.

Ser conscientes de que esto puede afectarnos es el primer paso para poder cambiarlo. Ayudar a los demás enriquece, a uno mismo, al otro, y a la sociedad. No olvidemos la parte más bella de convivir con los demás.

martes, 12 de septiembre de 2017

EL SUICIDIO EXISTE


Hace relativamente poco, sacaron una serie de televisión en la que la trama parte del suicidio de una chica adolescente. Se ha hablado mucho de la serie, en el sentido de lo dura y violenta que puede resultar, o si puede hacer que adolescentes que puedan estar planteándose acabar con sus vidas, finalmente, lo hagan.

Obviamente, para una persona que está sufriendo, viviendo acoso, violencia, abandono, rechazo... ver, de forma tan explícita (aunque sea ficción) el mismo sufrimiento que vive a diario, únicamente va a hacer que lo reviva, y se hunda más. Pero el hecho de que no lo vea, tampoco va a hacer que su situación mejore. De hecho, esas personas necesitan ayuda de los demás, y para que los demás ayuden, tienen que ser conscientes de ello, de la importancia de lo que hacen... y de lo que no hacen... de lo que pueden... y no pueden hacer.

Hacer una serie, un libro, un documental, una obra de teatro... lo que hace es concienciar a la población de que ese problema existe. Es algo primordial para poder enfrentar este problema que afecta a tantas personas en el mundo. Pero ¿cómo aprender sobre un tema tabú, sobre algo de lo que no se quiere hablar? Parece, creemos, que si hablamos de suicidio... le estamos dando malas ideas a personas que se encuentran mal. ¿Acaso no se nos ocurre a cualquiera la idea de querer desaparecer ante un problema que creemos que no tiene solución? El suicidio ya está ahí. No es una idea que no se le haya ocurrido al otro... La diferencia entre plantearse hacerlo o no depende, simplemente, de los motivos que tenga para vivir, de las aficiones de esa persona, de las esperanzas que tenga de una vida mejor, del cariño y apoyo que sienta de las personas que estén a su alrededor...

Como en todo tema tabú, el desconocimiento hace que surjan mitos sobre cómo es, cómo surge, etc. Estos mitos hacen que se desconozca más todavía cómo es. Por eso, vamos a ver algunos mitos sobre el suicidio.

El que amenaza con suicidarse no lo hace: El 80% de los pacientes que se han suicidado han expresado sus ideas de suicidio. Cualquier amenaza de suicidio debe ser tomada en serio. No olvidemos que es la vida de una persona lo que está en juego. Si alguien te habla sobre esto, aunque tengas miedo, aunque no quieras oírlo, escúchale, y ofrécele tu apoyo. Seguramente no estés capacitado para encargarte tú sólo de ayudarlo, por eso, siempre, busca ayuda profesional.

Tras una tentativa de suicidio y la posterior mejoría, ya no hay riesgo, no lo vuelve a intentar.  Algunos expertos hablan de que los 90 días posteriores al intento son los más peligrosos. El hecho de que la persona no consiga morir en intento (porque se asusta, algo del plan sale mal, o alguna persona consigue frenarlo), y después, parezca que está mejor, no quiere decir que no lo vuelva a intentar. Puede recaer,o puede que simplemente esté más tranquilo, porque ya haya decidido una mejor forma de hacerlo. Por eso, no debemos bajar la guardia. Es preciso que el apoyo emocional se mantenga en el tiempo.

Si se compromete a no suicidarse, no lo va a hacer: hacer un "pacto de no suicidio" no es ninguna garantía de que no se vaya a suicidar (puede cambiar de opinión, puede haber mentido al comprometerse o, simplemente, dejarse llevar por un impulso y cometer el suicidio).

Sólo los enfermos mentales tratan de suicidarse. No es cierto. Una persona, por el hecho de tener un problema psicológico, no tiene porqué intentar suicidarse. Al igual que una persona "sana" (sin problemas psicológicos) puede hacerlo (por ejemplo, por un impulso ante un problema desbordante, puede acabar en tragedia).

• Preguntar por las ideas de suicidio incrementa el riesgo de suicidio: No hay evidencia de que preguntar directamente por ideas de suicidio aumente el riesgo en los que ya lo tienen, o dé ideas en los que no las tienen. Lo más probable es que la persona se sienta reconfortada por poder hablar de estos pensamientos. Además, preguntar es la única herramienta para poder saber la peligrosidad del intento.

La conducta suicida se hereda: es más cuestión de los condicionantes socioeducativos, es decir, de cultura, de educación, de forma de vivir, de los recursos que haya aprendido la persona para enfrentarse a los problemas (cosas que se aprenden en la familia y el hogar durante la infancia).

El suicidio es impulsivo. Aunque la ejecución así sea, la ideación no lo es. Es decir, el hecho de planear cómo, cuándo, dónde... no es nada impulsivo. Es una acto muy reflexivo. Pero tiene que haber cierta impulsividad para llevarlo a cabo, porque en el fondo, nadie quiere morir.

Los que se suicidan es porque realmente desean morir. No es cierto. ¿Conoces a alguien que no quiera ser feliz? Todo el mundo quiere vivir y disfrutar de los placeres de la vida, sean más o menos grandes, importantes, cotidianos... Las personas que desean morir... no desean morir, desean dejar de sufrir.

La mayoría de los suicidas no avisa. No es cierto, hay signos directos o indirectos, verbales o comportamentales. Por ejemplo: hay casos en los que expresan sus ideas suicidas directamente, o expresan su deseo de dejar de sufrir... O empiezan a aislarse, dejan de hacer las actividades de las que antes disfrutaban, todo parece darles igual... O, de repente, quieren hablar o hacer regalos a sus seres queridos (se están despidiendo porque han tomado la decisión). O siempre se les ve muy deprimidos, quejándose, llorando, intentando buscar ayuda y, de repente, parecen calmados y tranquilos (es porque piensan que van dejar de sufrir, porque ya han tomado la decisión).

Los intentos de suicidio aparecen en las personas con problemas graves. Lo importante no es la gravedad del problema, sino la sensación de escasez de recursos para poder hacer frente a la situación, la desesperanza ante ese futuro horrible que se cierne sobre ellos...


Os dejo un documental que habla sobre el suicidio, por si queréis saber más sobre el tema.




martes, 5 de septiembre de 2017

APRENDIENDO A CUIDARME


Dedica un minuto a pensar esta pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo para sentirte bien? ¿Ha sido hoy? ¿Ayer? ¿Esta semana? ¿La anterior? Si recuerdas ese momento, eres afortunado: eso significa que no fue hace demasiado tiempo. Muchas personas ni siquiera recuerdan cuándo fue la última vez... O no lo han hecho nunca. Piensan que lo importante es rendir, conseguir objetivos, ser el mejor, que todo esté perfecto, y no piensan en sí mismos, en lo que ellos necesitan o lo que su cuerpo necesita. Si, en algún momento de tu vida, aunque fuera hace mucho tiempo, has dejado algo importante por tu propio bienestar, físico o emocional, siéntete orgulloso: has hecho lo mejor que podías hacer.

Como ya comenté en una entrada anterior (enlace a la entrada), la única que persona que está con nosotros a lo largo de toda nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos, somos NOSOTROS MISMOS. Sin embargo, muchas veces cuidamos más a los demás, de lo que nos cuidamos nosotros. ¿Cuántas veces le preparamos la comida a otra persona? ¿Cuántas veces nos quedamos de noche cuidando a nuestros hijos porque están enfermos? ¿O cuántas veces nos preocupamos por acompañar a nuestros mayores al médico o de que no le falte nada en casa? ¿Y a nosotros mismos? ¿Cuántas veces dejamos de ir al trabajo porque tenemos cita con el médico? ¿O cuántas veces hemos dejado un trabajo porque no lo aguantamos más? ¿O cuántas veces paramos para hacernos un buen cocido? Pocas veces invertimos tiempo en nuestro bienestar o arriesgamos por nosotros mismos. Y ¿por qué? Porque nadie nos enseña a cuidarnos. De hecho, si una persona mira por sí mismo, se le puede tachar de egoísta. Parece que lo último, siempre, tenemos que ser nosotros mismos. Pero esto, lo único que hace es sobrecargarnos, a notros mismos y a nuestro cuerpo. Estamos peor, rendimos peor, nos relacionamos peor...

Así que vamos a ver un ejercicio que nos puede ayudar a cuidarnos:

Por la noche, para un momento, y piensa en cómo estas. ¿Cansado/angustiado/preocupado/hambriento/con sueño/ con dolor/enfermo/enfadado/irascible...?
Si esto te pasa, coge un folio y escribe, al menos diez actividades que te gusten. Pueden ser cosas como: hacer ejercicio físico, tumbarme un rato a descansar, meditar, hacer yoga, pintar, jugar, hacer pasatiempos, llamar a un amigo, ver vídeos en internet, leer una novela, escuchar música, ver la televisión... La única condición es que esa actividad te haga sentir bien. Por ejemplo, no vale quedar con un amigo si siempre terminas discutiendo con él o sólo habla él, o te critica constantemente... O si cuando pones la televisión, ves las noticias, que suelen tener únicamente, malas noticias que nos generan malestar... Recuerda: cualquier cosa vale siempre y cuando TE HAGA SENTIR BIEN.

Un vez que tengas escrito en un folio esa lista, ponlo en un sitio donde lo tengas a mano. Así también te acordarás con más frecuencia de preguntarte cómo estás. Siempre que te encuentres mal, física o psicológicamente, lee la lista, y piensa cuál de las actividades te apetece más. Cuando lo tengas decidido: HAZLO. Pero mientras lo haces, no pienses en si te viene bien o no, si te relajas o no, si te cambia el humor o no. Sólo, disfrútalo, vive la experiencia, y olvídate del resto. Apaga el móvil, diles a quien estén contigo que te dejen solo un rato... lo que haga falta para que puedas estar tranquilo. la Idea es que lo DISFRUTES, cualquier cosa que te interrumpa, evítala.

Coge la rutina de ver cómo estás todos los días y de hacer lo que mejor te venga en ese momento. A lo mejor ves, a largo plazo, que algo va cambiando en tu forma de actuar o ver las cosas... A lo mejor, te das cuenta de que eres lo más importante para tí, y que si te cuidas como mereces, puedes estar más relajado, lograr más cosas y comportarte mejor con los demás...

PRUÉBALO


martes, 29 de agosto de 2017

YO Y MIS EMOCIONES


Al igual que con el pensamiento, debemos darnos cuenta de que nosotros mismos y nuestras emociones son cosas distintas. Las emociones están dentro de nosotros y nos ayudan a enfrentarnos al mundo, porque nos indican si las cosas van bien o no. por ejemplo, cuando sentimos miedo, es porque tenemos algún problema (o pensamos que lo tenemos), y no sabemos cómo enfrentarlo, nos sentimos indefensos y nos centramos en eso horrible que puede ocurrir... El miedo nos paraliza. Entonces, ¿cómo nos ayuda el miedo? Nos puede ayudar porque nos hace buscar la compañía y la ayuda de las personas que nos rodean, al igual que la tristeza. La tristeza suele parecernos una emoción mala y que hay que evitar a toda costa, porque es lo contrario a la alegría... y todo el mundo quiere estar alegre siempre. La tristeza duele, pero nos ayuda porque nos hace afrontar aquello que no queríamos que pasara, nos ayuda a aceptar la pérdida de esperanzas, de personas queridas, de ilusiones, de momentos vividos... La tristeza nos ayuda a sacar el dolor. Entonces, ¿por qué pensamos que es la tristeza la que nos duele? La tristeza es como el alcohol que aplicamos con cuidado en nuestras heridas para que no se infecten. Duele, pero sabemos que es mejor hacerlo para que la herida cure bien y pronto, porque si no, podría infectarse. Sin embargo, no nos damos cuenta de la función que tiene, y de lo sano que nos resulta sentirla de vez en cuanto, para poder limpiar el alma y seguir adelante.



Si embargo, tendemos a pensar que todas las emociones negativas son malas para nosotros, porque en un primer momento, nos hacen sentir mal o incómodos, pero a largo plazo, suponen un bien mayor para nosotros. Pero, al darle ese valor negativo, al rechazarlas, al intentar evitarlas constantemente, lo único que conseguimos es que nos parezcan más horribles y dolorosas de lo que realmente son. Al intentar evitarlas, nos quedamos enganchados en el malestar. Es como un niño al que le dan miedo las tormentas, siempre pensará que son más oscuras, ruidosas y largas de lo que realmente son, y por eso, lo pasará peor. Cuando ese niño crece, puede aprender que las tormentas son algo natural, que no suponen peligro, que permiten a las plantas vivir gracias a la lluvia... Incluso, puede que le guste el olor del aire después de una tormenta. Ese niño dejará de sufrir por las tormentas.

Al igual que el niño, si aprendemos a entender que las emociones nos informan de cómo estamos con respecto al mundo, podremos utilizar esos avisos para actuar de la mejor forma posible, para avanzar en la vida, ante las dificultades que tengamos, y a disfrutar de las cosas buenas que nos pasen. Nos daremos cuenta de que las emociones, aunque en un principio, puedan hacernos sentir mal, no duran para siempre, y nos ayudan a estar mejor después.

Si aceptamos y escuchamos a nuestras emociones, podremos avanzar gracias a ellas, y crecer.

miércoles, 23 de agosto de 2017

7 COSAS QUE PUEDES HACER FRENTE A LOS PENSAMIENTOS DESAGRADABLES


En la entrada anterior, vimos que los pensamientos no son la realidad, no se pueden controlar y que son distintos de nosotros mismos. Pero, ¿para qué nos puede servir saber eso? Si el pensamiento no se puede controlar, ¿cómo puedo evitar los pensamientos que me hacen sentir mal o que no puedo quitarme de la cabeza? Vamos a ver algunas pautas que nos pueden ayudar a eliminar el malestar que nos generan algunos pensamientos.

1. NO CREERNOS LOS PENSAMIENTOS: el hecho de entender que los pensamientos se basan en sólo en una parte de la información (no en la realidad), y que están influidos por factores como nuestras emociones, expectativas, prejuicios, experiencias anteriores, etc, nos está informado de que los pensamientos son una interpretación imperfecta que hacemos del mundo. Si nuestro humor cambia, pueden cambiar los pensamientos que tengamos sobre un mismo hecho. Esto puede liberarnos de su peso si conseguimos darnos cuenta de que no son "la verdad" cuando nos asalten en la mente. Sería como si nos limitáramos a escuchar a algún conocido del que sabemos que, a veces, nos miente o nos da malos consejos, y no confiáramos plenamente en lo que nos dice. Sería escuchar, pero no creer. Cuando te asalte un pensamiento que te genera malestar, para un momento, y date cuenta de que no es un fiel reflejo de lo que en realidad pasa.

2. PRACTICA MINDFULNESS CENTRADO EN LA RESPIRACIÓN: puedes hacerlo como una forma de contactar con el presente, atendiendo a cómo entra y sale el aire del cuerpo mientras respiras. Así, puedes relajarte, calmando el alma, y  alejarte de esos pensamientos que te desbordan. Cuando termines la práctica estarás más preparado para ser consciente de qué son y cómo funcionan los pensamientos, para no creértelos y que no te generen ese malestar. Os dejo el enlace de una guía básica sobre Mindfulness que está en este blog:

3. PRACTICA MINDFULNESS CENTRADO EN LOS PENSAMIENTOS: para hacer esta práctica, es recomendable que antes hayas realizado prácticas centradas en la respiración y en el cuerpo, al menos, durante una vez al día, y una semana para cada práctica. La práctica de la atención plena centrada en el pensamiento te ayudará a quitarle fuerza a los pensamientos, dejarás de creerlos al 100%, porque aprendes a observarlos "desde fuera", en vez de centrarte únicamente en el contenido del pensamiento. Los entiendes como un fenómeno que ocurre en tu cabeza, y que igual que llegan, se van solos, sin darle ninguna importancia mayor. Con la práctica, además, aprendes a no apegarte o engancharte a esos pensamientos, y esto suele provocar que estos pensamientos aparezcan con menor frecuencia y menor duración.

4. TÓMATE UN MOMENTO PARA REFLEXIONAR: en muchas ocasiones, los pensamientos negativos aparecen cuando estamos en situaciones de estrés. El estrés suele generar emociones negativas, y esto, hace más probable que aparezcan pensamientos negativos. Así, entramos en un bucle de malestar del que puede sernos difícil salir. Por eso, cuando detectes que estás teniendo pensamientos negativos que te generan malestar, puedes pararte un momento y pensar: ¿tengo la certeza de que esto es así, o es una valoración que estoy haciendo? ¿Me puede estar influyendo lo que siento en lo que estoy pensando? ¿Estoy muy cansado/irritado/frustrado? ¿Puede haber otra forma de entender lo que ha pasado? Si alguna de las respuestas que te des es que puedes estar equivocado o que no estás en un buen momento para para tomar decisiones porque estés cansado o de mal humor, tómate un respiro. Deja que la emoción negativa se vaya, y vuelve a reflexionar sobre ello cuando estés tranquilo. Lo verás de otra forma.

5. RELÁJATE: como acabamos de ver, el estrés influye en los pensamientos, porque puede bloquearnos ante los problemas y generarnos emociones negativas que nos lleven a pensamientos negativos, y estos, hagan crecer el malestar. Por tanto, una forma de afrontar mejor esos pensamientos es estar lo más relajado posible. Es decir, cuídate. Intenta generar un hábito en el que, todos los días, al menos durante unos minutos, tengas un espacio para ti, para relajarte. Puede ser tomar un ducha, darte un masaje, escuchar música que te relaje, leer, ver una serie o película que te haga reír, hacer ejercicios de relajación, ejercicio físico, salir con amistades, bailar... Lo importante es que durante ese tiempo, tomes aire, te despejes y cargues las pilas de nuevo.

6. MANTENTE ACTIVO: nuestra mente no puede hacer dos cosas a la vez. Es decir, si estamos atendiendo a una cosa, no podemos atender a otra. Entonces, una forma de parar los pensamientos negativos puede ser hacer actividades que mantengan nuestra mente ocupada: leer, hacer pasatiempos, aprender nuevas recetas o nuevos idiomas, hablar con otras personas (de temas que no sean los pensamientos negativos), pintar o dibujar, o hacer algún otro tipo de manualidad, practicar Mindfulness... Lo importante es tener la atención dirigida a otra cosa.

7. NO INTENTES NO PENSAR EN ESO: no podemos controlar nuestro pensamiento, hasta el punto de que si intentamos frenar un pensamiento, lo que hacemos, en realidad, es prestarle más atención. Si intento evitar un pensamiento, cada vez que el pensamiento aparezca, me sentiré mal, porque no he podido evitarlo, y como me siento mal, le voy a dar más importancia al pensamiento, lo voy a escuchar, porque no puedo callarlo, y más me voy a enganchar a él, más atención le voy a prestar, aunque no quiera. Pero no nos damos cuenta de una cosa: cuanta más atención prestamos a un pensamiento, más se va a quedar ahí. Imagínate que tu mente es un teatro, tus pensamientos son actores, y tú eres el espectador. Cada actor quiere salir y ser el protagonista, por lo que si el público (tú) le presta atención, seguirá ahí. Un actor bonito puede generar que el público aplauda, y se quede ese pensamiento en el escenario. Un actor divertido hará que el público se ría, y seguirá en el escenario. Pero cuando el actor es desagradable... el público también le presta atención (por lo feo que es, por las sensaciones que genera, porque nos hace llorar...), y seguirá ahí, sin irse. Date cuenta que cada vez que intentas evitar un pensamiento, te sientes mal por ello, y eso es porque le estás prestando atención, haciendo que se quede ahí durante más tiempo. Cuando te des cuenta de que está ahí ese actor, no le des mayor importancia, y se irá solo.

miércoles, 16 de agosto de 2017

NOSOTROS NO SOMOS NUESTROS PENSAMIENTOS


Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos creído que somos lo que pensamos. Vamos a ver un ejemplo para entender mejor de qué estamos hablando: Todos nos hemos enfadado con alguien... hemos sentido ira... nos hemos dejado llevar por esas emociones, y hemos escuchado nuestros pensamientos ("este tío es un...", "no la aguanto, ojalá la echen pronto", "estoy harto de él, y de cuidarlo, todos estaríamos mejor sin él"...). A veces, nosotros mismos nos damos cuenta de que estamos dejándonos llevar por lo que ha ocurrido y por lo mal que nos sentimos, y sabemos que tenemos que sacar esa rabia por algún lado. Sabemos, entonces, que es "normal" que tengamos ese tipo de pensamientos, que son algo pasajero... y ya está, no le damos mayor importancia. Pero, en cambio, hay otras veces, que no nos damos cuenta de esto. Quizá porque tenemos ese tipo de pensamientos a menudo, o porque estos pensamientos que tenemos nos resultan muy fuertes, nos creemos que si pensamos eso, es porque somos egoístas, o malas personas. En estos casos, es cuando pensamos que nosotros somos nuestros pensamientos. "Como este pensamiento es X, y yo he tenido este pensamiento, eso quiere decir que yo soy X". Pero esto NO ES ASÍ. Nuestro pensamiento nos engaña muchas veces, y ésta es una de las mentiras más grandes que nos hace creer. Vamos a conocer cómo funciona el pensamiento para entenderlo mejor y darnos cuenta de cómo nos engaña.

Cuando nacemos, no tenemos pensamiento. Es una habilidad que va surgiendo gracias a otros aprendizajes. Básicamente, el pensamiento es lenguaje, es decir, primero aprendemos a hablar. Como podemos hablar, nos comunicamos mejor con los demás y empezamos a comportarnos según las instrucciones que nos van dando los adultos que están con nosotros. Después, somos nosotros mismos los que aprendemos a irnos guiando en las tareas con instrucciones que nos vamos dando nosotros mismos (el ejemplo de un niño pequeño que hace manualidades y va diciendo en voz alta, él sólo, "ahora, voy a recortar el dibujo"...). Y, por último, aprendemos a darnos esas instrucciones sin hablar, mediante el pensamiento. Entonces, el pensamiento es algo que está ahí desde nuestra infancia, que nos acompaña en nuestro desarrollo y crecimiento, y que nos ayuda en gran medida a enfrentarnos a la vida, porque nos va guiando. ¡Por eso nos lo creemos! Si echamos la vista atrás e intentamos recordar nuestro primer recuerdo, el pensamiento ya estaba ahí. ¿Cómo no vamos a creerlo, si forma parte de nosotros? Por una sencilla razón: no somos nuestro pensamiento, somos distintos de él. El pensamiento es algo que ocurre en nuestra cabeza, pero sobre lo que no tenemos ningún tipo de control. Vamos a ver un ejemplo (dedica un momento a hacerlo, te va a sorprender):

A continuación, haz lo siguiente: NO PIENSES EN UN ELEFANTE ROSA.
Ahora, responde a esta pregunta: ¿en qué has pensado? Seguro que la respuesta que das es: en un elefante rosa. Éste es un gran ejemplo de que el pensamiento no se puede controlar. De hecho, muchas veces, cuando intentamos no pensar en algo en concreto, lo único que conseguimos es tenerlo más tiempo en la cabeza.

Ahora vamos a reflexionar sobre otra cosa: ¿qué es el pensamiento? Interpretación. Es decir: nosotros estamos constantemente recibiendo información del mundo (por el oído, la vista, el tacto...). Toda esa información llega a nuestro cerebro, y en función de lo que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida, cómo somos nosotros mismos, cómo estamos en ese momento en concreto, las expectativas que podamos tener, etc, vamos a dar un valor a esa información que hemos recibido, vamos a interpretarlo. Un ejemplo: si vamos por la calle, y nos cruzamos con un conocido que no nos saluda, podemos pensar "¡qué desagradable! no me quiere saludar" o "no me a visto, voy a acercarme a saludarlo". Hemos hecho interpretaciones distintas de un mismo hecho, y posiblemente, haya dependido de si estábamos de mal o buen humor... Pero, realmente no sabemos si el conocido nos ha visto o no, si quería saludarnos o no, si llevaba prisa, si estaba de mal humor, o si realmente le caemos mal y no ha querido saludarnos. Y es que nunca tenemos el 100% de la información. Nunca lo sabemos todo. Entonces... El pensamiento es una interpretación que se ve afectada por múltiples factores y que se basa en parte de la información...Resumiendo: el pensamiento no es la realidad.

Y una última cosa... Si el pensamiento es algo que ocurre en nuestra cabeza, sobre lo que no tenemos control, y que no es 100% verídico... ¿Por qué creemos que somos malos/egoístas/sin corazón por los pensamientos que hemos tenido? Ahora, imagínate un aula, una clase de un colegio, con niños, niños que se pelean, niños que gritan, que insultan a los profesores, que desobedecen, que rompen las cosas de la clase, que lo ensucian todo... Y responde a esta pregunta ¿El aula es mala porque los niños sean malos? La respuesta es NO. ¿Por qué? Porque el aula y los niños son cosas distintas, y por eso, no se puede juzgar a una por lo que haga la otra. Con el pensamiento pasa lo mismo: El pensamiento es distinto de nosotros, aunque no nos demos cuenta. Nosotros no somos nuestros pensamientos.



En la próxima entrada, se comentarán algunas pautas para saber qué hacer ante los pensamientos que nos hacen sentir mal.




lunes, 3 de julio de 2017

LO QUE EL CEREBRO ESCONDE


Hace unos días, encontré una noticia en Internet sobre una mujer que había sido operada del cerebro, para extirparle un tumor. Desgraciadamente, este tipo de operación puede considerarse "común", pero en el caso de esta persona, la operación era diferente: la mantuvieron consciente y la fueron entrevistando mientras se realizaba la operación.

(Aquí dejo el enlace de la noticia, en concreto, por si queréis leerlo: http://www.cuatro.com/cronicacuatro/entrevista-especial-quirofano-operacion-cerebro_2_2393505194.html )

Parece imposible que una persona con el cerebro abierto, sea capaz de hablar, razonar, calcular... Pero así es. El objetivo principal de mantener despierta a la persona que va a ser operada es el observar su comportamiento y sus habilidades, para asegurarse, durante la operación, que no se está extirpando o dañando un área cerebral imprescindible para hablar, contar, o moverse, por ejemplo. Si durante las preguntas que le van haciendo al paciente ven que tiene dificultades, saben que ese área no deben tocarlo, y así, pueden buscar otro lugar para acercarse al tumor, sin dañar las habilidades principales de la persona. ¿Qué sería de una persona que por quitarse un tumor, después de la operación, ya no es capaz de entender lo que le dicen los demás? ¿O un músico, que no fuera capaz de tocar? Ahí está la importancia de este tipo de intervención.

Pero... ¿cómo pueden operar estando el paciente despierto? Por algo muy sencillo, pero no poco sorprendente: a pesar de que el cerebro está lleno de neuronas (células nerviosas), no es capaz de sentir dolor generado en esa zona, sólo siente el dolor del resto del cuerpo. Porque para sentir dolor, hace falta que haya receptores de dolor (un tipo específico de células nerviosas), que son las que "avisan" al cerebro de que se está produciendo un daño en el cuerpo, y por su parte, el cerebro, a través de ciertas neuronas, recibe la información de esos receptores, la interpreta y nos avisa de que estamos sintiendo dolor. El caso es que estos receptores del dolor no se encuentran en el cerebro, y como no los hay, no hay forma de que el cerebro pueda interpretar que está siendo dañado. Por eso, una persona puede estar en una operación, con el cerebro abierto, despierto, y con un cirujano extirpándole una parte del cerebro, y no sentir dolor. 

Gracias a los avances de la ciencia, este tipo de intervenciones pueden realizarse hoy en día, asegurando al paciente, que tras la operación, podrá seguir realizando sus rutinas, disfrutando de sus habilidades, comunicándose y moviéndose, algo básico para la calidad de vida de las personas.

Os dejo un par de videos de operaciones que se han hecho "a cerebro abierto", mientras que los pacientes tocaban instrumentos.




lunes, 19 de junio de 2017

MINDFULNESS EN EL DÍA A DÍA (4)


Puede parecer que Mindfulness es una técnica complicada, que puede requerir mucho tiempo y habilidades por parte de la persona que lo quiere poner en práctica. Pero no es así. Mindfulness, en realidad, es lo más sencillo que existe: sólo con respirar podemos practicarlo, sólo nos hace falta dirigir la atención a ese proceso.

También puede parecer una tontería... "¿atender a la respiración? ¿para qué?", podemos pensar... Pero... en realidad... ¿hay algo que nos conecte más con la vida que el aire que nos permite vivirla? Un ejemplo muy clásico para darnos cuenta de su importancia es intentar aguantar la respiración. Cuando nos falta, es cuando le damos importancia y nos damos cuenta del malestar que nos puede causar el no tenerla... Por eso mismo, quizá si atendemos a ese proceso, a cómo el aire entra y sale de nuestro cuerpo, podamos darnos cuenta del gran alivio que puede generarnos. Porque nos conecta con lo más hondo de nosotros mismos, porque nos hace sentir aquello que tenemos debajo de la piel, y cómo todo nuestro cuerpo cambia y se "ajusta" para recibir el aire, algo del mundo que no podemos ver, pero de lo que no podemos carecer.

Os dejo un vídeo que os va a enseñar cómo es la experiencia de practicar Mindfulness.


Muchas veces, la rutina, la prisa que tenemos, las obligaciones... nos hacen llevar un ritmo que no nos permite conectar con nosotros mismos. Tenemos que ir deprisa, en "piloto automático" para llegar a tiempo, para hacer todo lo que tenemos que hacer... Y con el paso del tiempo, nos acostumbramos a ir en "piloto automático", y dejamos de atender aquello que hay dentro de nosotros, nuestro cuerpo, nuestras emociones... Hay veces que nos enfadamos, y ni siquiera sabemos el momento exacto en el que nos hemos empezado a sentir así... o qué nos ha hecho reaccionar de esa forma...

Por eso es tan importante el practicar Mindulness, por eso nos puede ayudar, porque rompe esa rutina, porque dirige nuestra atención a algo tan importante como nosotros mismos... Aprendemos a ver cómo estamos y qué nos pasa... y junto con eso, aprendemos a darnos aquello que necesitamos, sea descanso, tiempo, comida, ocio, tranquilidad... o aceptación, o cariño. Tener paciencia con nosotros mismos, permitirnos sentirnos mal y aceptar esto, nos permite focalizarnos en aquello que nos ayuda a calmarnos.

Es maravillosa la metáfora del tarro de purpirina que sale en el vídeo. Enseña de forma muy gráfica cómo nuestras emociones, nuestros pensamientos, lo que nos agita o altera, puede cegarnos, y no dejarnos ver aquello que hay dentro de nosotros, y cómo el darnos tiempo, centrándonos en nuestra respiración, puede hacer que esa niebla termine por disiparse, y podamos, ver y ser.

Os animo a intentar poner en práctica esta actividad. Sólo hay que buscar un sitio tranquilo, sin interrupciones, cerrar los ojos, y prestar atención en cómo el aire entra y sale de nuestro cuerpo...su ritmo, temperatura... cómo se mueve el cuerpo para hacerlo entrar y salir,,, y cómo se mueve el resto del cuerpo por ese movimiento... Sólo tenéis que tener cuidado de una cosa: ¡no quedarse dormido!

jueves, 1 de junio de 2017

MI NIÑO TIENE QUE SER PERFECTO


Últimamente, he visto por Internet muchos artículos tipo "cómo conseguir que a tu hijo le guste leer". Artículos que dan pautas a los padres para que sean buenos en ciertas cosas. Y realmente, me parece que se alimenta la idea de educar niños "a la carta". No me refiero a que no sea bueno que un niño lea, ni mucho menos, pero no creo que sea buena idea intentar forzar los gustos o las habilidades de los niños.

Los padres que intentan desarrollar al máximo las habilidades de sus hijos lo hacen con buena intención, pero los extremos, siempre son malos. Es igual de malo no poner normas a un niño que decirle continuamente lo que tiene que hacer. Y de igual forma, es tan malo no involucrarse en el desarrollo de los niños, como exigirles demasiado.

Y, además, se nos olvida una cosa: los gustos, las aficiones, no se pueden forzar. Puede que le demos un libro a un niño, y le guste, pero si no le gusta, por más libros que le demos, no conseguiremos que le guste. Puede ser mucho más adecuado dejar que sea el propio niño quien, con el paso de los años, cuando vaya creciendo, vaya descubriendo lo que le gusta y lo que no, lo que le interesaría aprender y lo que no y, a partir de ahí, ser un apoyo y ayudarle a desarrollar aquellas habilidades que a él mismo le interesen. Se consigue mucho más con el propio interés y motivación del niño, que por obligación.

Y también, démonos cuenta de algo: si el niño tiene un interés, y nosotros, más que apoyarlo, lo forzamos a que lo desarrolle (le obligamos a ir a más clases de las que le gustaría, ir a competiciones sin que él quiera, etc.), lo que podemos conseguir es que el niño pierda el interés, el gusto, la afición. Porque en ese caso, podemos hacer, sin quererlo, que lo que se hace por el puro placer de hacerlo, se convierta en una obligación.

Por eso mismo, os dejo unas recomendaciones muy básicas sobre cómo ayudar a desarrollarse a nuestros hijos:

1. El niño tiene que notar nuestro amor incondicional. Que sepa que pase lo que pase, aunque no consiga todo lo que se proponga o no sea bueno en algo, o cometa errores, le vamos a querer igual. Esto implica no hacerle chantajes emocionales ni dejar de hablarle como castigo.

2. Tenemos que aprender a aceptar a nuestro hijo tal y como es. Esto no quiere decir que si es malo en matemáticas no intentemos ayudarle para que aprenda, si no que tengamos en cuenta que puede haber cosas que, a pesar de su esfuerzo, no pueda conseguir. Eso es lo que debemos aceptar, y no forzar aquellas cosas de forma indefinida. Aprendamos a aceptar sus habilidades, gustos, intereses... igual que aceptamos sus rasgos físicos, su voz... Y tengamos en cuenta que nuestro hijo va a ir madurando, creciendo y cambiando, y con ello, cambiarán sus intereses. Dejemos que ellos mismos vayan buscando el ritmo al que quieren irse desarrollando en sus habilidades (por ejemplo, pintura, música, deporte, idiomas...).

3. Que seamos un apoyo, no un juez ni un jurado. El objetivo de un padre es ayudar a su hijo para que cuando se haga adulto, pueda enfrentarse sólo a su vida. Para ello, no es necesario apuntarle a muchas actividades extraescolares, ni obligarle a quedarse todo el fin de semana estudiando en casa, ni exigirle sobresalientes en todas las asignaturas. Puede ser más importante que el niño se desarrolle en cuanto a su personalidad, seguridad, confianza, habilidades sociales, autonomía... a que sepa resolver una ecuación.

4. Que tenga límites. Para que un niño pueda desarrollarse, necesita tener normas (horas de entrada y salida, ayudar en casa, respetar a los demás, tener obligaciones en función de su edad...). Un niño que hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere, y siempre se sale con la suya, no aprende a manejar su frustración. Crece con la idea de que el mundo, las personas, están para satisfacerle, y eso, sólo le va a dar problemas a la hora de adaptarse al colegio, instituto...trabajo...amistades...

viernes, 19 de mayo de 2017

DIFERENCIAS


En una entrada anterior ( pincha aquí para ver la entrada ), ya explicamos lo que son los prejuicios: creemos saber cómo es una persona a partir de una única característica suya. Lo etiquetamos, y nos comportamos hacia él/ella de forma distinta a partir de esas ideas sin fundamento. 

El problema es que no solemos juzgar a los demás de forma positiva, sino negativa. Si alguien es distinto, tendemos a pensar que aquello que lo diferencia, sus características, son peores. Tendemos a apreciar/disfrutar/acercarnos a aquello que nos parece semejante a nosotros, porque creemos conocerlo, nos da confianza, nos da seguridad. Pero aquello que no conocemos... nos genera incertidumbre. Y a nadie le gusta la incertidumbre. Todos queremos saber qué es lo que va a pasar, porque nos hace sentirnos seguros, tener sensación de "control", porque sabemos cómo tenemos que actuar. Pero cuando algo es desconocido, perdemos esa sensación de control. Por ese motivo, tendemos a alejarnos/rechazar/despreciar lo que es diferente. Y ese rechazo, el desprecio a los demás, nunca trae cosas buenas, ni para aquellos que son despreciados, ni para los que desprecian.

Ejemplo de esto es el corto que os dejo aquí debajo.



Moraleja: no juzgues a nadie por sus apariencias, y mucho menos, busques su perjuicio, porque, en realidad, tú mismo te estarás generando daño (por el desprecio que te devuelva la otra persona, o por perder la oportunidad de enriquecer tu vida al acercarte a esa persona).

lunes, 8 de mayo de 2017

NO TE RINDAS


Todos pasamos por momentos difíciles en algún punto de nuestra vida (problemas en el trabajo o con los estudios, problemas familiares, fallecimientos de seres queridos...), y por muy preparados que estemos para afrontarlos, a veces, nos quedamos paralizados. Por el miedo, por el dolor, por la desesperanza... A veces, cuesta hasta aceptar lo que nos ha pasado, aceptar el dolor que tenemos dentro. Y eso, nos frustra, hace que nos duela más todavía. Otras veces, sufrimos por no aceptarnos a nosotros mismos, porque hay algo en nosotros que no es lo "suficientemente bueno". O porque sentimos que vivimos en un mundo aleatorio, en el que en cualquier momento puede pasarnos algo malo, y que nosotros no tendremos control sobre ello...

¡Hay tanto dolor! ¡Tanto por lo que sufrir! Pero no nos damos cuenta de una cosa: no existe vida sin sufrimiento. No hay nadie que no haya sufrido nunca, ni lo habrá. Pero no todo es negro. Hay muchas razones que hacen que la vida sea hermosa. Y en esos momentos de dolor, cuando esto se nos olvida, nos puede ayudar leer un poema muy motivador...

No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros,
y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda,
y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma
aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
porque lo has querido y porque te quiero
porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron,
vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa,
ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos
desplegar las alas
e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños.
Porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.
– Mario Benedetti

Este poema nos recuerda que siempre sigue habiendo razones. Eso de "si hay vida, hay esperanza". Si sigues adelante, sigues teniendo oportunidades. Pero, además, nos dice cómo hacerlo: aceptarnos a nosotros mismos, olvidarnos de nuestros miedos, quitarnos aquello que no nos deja avanzar... y volar
Nos enseña cómo es la vida. No es sencilla. Nuestros sueños no van a cumplirse solos. Y vamos a ser nosotros los que busquemos solución a los problemas que nos surjan. Y que tendremos que afrontarlos aunque cueste, porque si estamos vivos, todavía tenemos fuerza dentro de nosotros, todavía podremos enfrentar lo que nos llegue. 
Nos recuerda que aunque no podamos controlar todo lo que nos ocurre, sí tenemos opción de cambiar muchas cosas en nuestra vida. Sólo hace falta desear.
Nos recuerda, también, la fuerza del amor, la motivación que nos da el sentirnos queridos y acompañados en la vida. El amor es una de las grandes fuerzas motivacionales que existen.
Nos habla de la paciencia. De darnos tiempo a nosotros mismos para que el dolor disminuya. El tiempo es muy necesario para que se acepte lo que ha pasado, el dolor que eso nos provoca, y podamos enfrentarnos al problema, o bien, aprender a vivir con las nuevas circunstancias que nos sobrevienen. Y cuando haya pasado ese tiempo, estaremos listos para entregarnos de nuevo a la vida, para experimentarla, para avanzar, para conocer, para disfrutar, para intentar...

Para cualquier cambio que nos lleve a avanzar, es necesario estar motivados. Si nos falta la motivación, podemos buscarla.

miércoles, 3 de mayo de 2017

NADIE ES PERFECTO... PERO YO QUIERO SERLO


La autoestima podría definirse como la valoración que hacemos de nuestra persona, de nuestras habilidades, de nuestras capacidades. Como es una percepción, nunca es real. Es decir, es una interpretación que nosotros hacemos, por ejemplo, sobre cómo de buenos somos cocinando. Una persona puede pensar que se le da bien cocinar porque no se le quema la comida, o la hace en su punto de sal. Otra, en cambio, puede cocinar bien pero pensar que no es buena cocinera porque hace platos poco elaborados. Y otro, puede pensar que es un cocinero mediocre porque no inventa nuevas recetas, como los cocineros famosos.

Sin embargo, aunque las percepciones que tengamos de nosotros mismos nunca son reales, nos las creemos a pies juntillas. Y al tratarse de algo tan íntimo como nuestro propio valor, es algo muy importante para nosotros. Por eso, queremos ser los mejores, queremos ser valiosos y apreciados por los demás. De hecho, nos puede provocar mucho sufrimiento que una persona nos diga algo negativo de nosotros mismos, porque nos hace sentir que no somos tan buenos.

¿Qué podemos hacer cuando nos sintamos mal por algo que nos a dicho alguien o que nosotros mismos pensamos? 

1ª Darnos cuenta de que eso que nos han dicho, o que pensamos, tan sólo es un juicio, una opinión, un pensamiento. Es una percepción. Si pensamos que somos los peores, tontos, feos, sosos; que nunca podremos mejorar, que no somos capaces de hacer algo... NO ES LA REALIDAD. 

2ª Darnos cuenta de que nadie puede ser perfecto. Todos tenemos habilidades, más o menos desarrolladas. No existe ninguna persona que sea experto en todo. Así que no tendría sentido querernos menos por no saber hacerlo todo, o hacer algo mal. ACEPTÉMONOS TAL COMO SOMOS.

3ª Darnos cuenta de que nuestras capacidades dependen en gran modo de la práctica. Es decir, podemos mejorar. Sólo nos hace falta motivación y ponernos en marcha. ABANDONEMOS LA RESIGNACIÓN.

4ª Si alguien nos dice algo de nosotros que hiere nuestra autoestima...
    a) ¿Nos lo dice sólo por criticar? Entonces, no le demos mayor importancia a esa persona ni a sus comentarios. Alguien que sólo nos aporta cosas negativas no es buena para nosotros.
    b) ¿Puede que le haya molestado algo que hemos dicho o hecho? ¿Cree que podríamos mejorar algo para nuestro propio beneficio? En este caso, nos puede ser productivo escuchar su opinión y reflexionar sobre ello. Aceptar las críticas de los demás nos puede servir para darnos cuenta de aspectos mejorables de nuestro comportamiento. Y esto, nos permite poder cambiarlo.

Y aquí os dejo unos ejemplos de cosas que todos podemos hacer para ayudarnos a sentirnos mejor con nosotros mismos:
  1. Meditar o practicar la atención plena (os dejo un enlace de una entrada antigua que os puede ayudar a conocer en qué consiste http://compartirpsicologia.blogspot.com.es/2016/09/mindfulness-atencion-plena-para-novatos.html )
  2. Hacer actividades que nos hacen sentir bien: escuchar música, bailar, cantar, salir, un baño caliente, cocinar, hacer ejercicio, hablar, hacer manualidades... Esto nos ayuda a desconectar y a darnos cuenta de las cosas positivas que tenemos en nuestra vida.
  3. Podemos hacer una lista que nos ayude a recordar todas esas cosas que hemos logrado a lo largo de nuestra vida. Por ejemplo, logros académicos, competiciones, cosas que hemos aprendido o en las que hemos mejorado. O cosas positivas que nos han dicho los demás de nosotros. Podemos, incluso, hacer un álbum, un cuaderno, o una caja, donde vayamos guardando cosas que nos recuerden lo valiosos que somos. Por ejemplo, fotos de nuestra graduación, vídeos de cuando aprendimos a nadar o a montar en bici, trabajos o exámenes, la partitura de la primera canción que aprendimos a tocar, una foto de los primeros macarrones que hicimos solos... También podemos guardar fotos de las personas que nos hacen sentir bien, y apuntar, por detrás, momentos que hemos pasado con ellos o cosas buenas que nos han dicho de nosotros mismos.
  4. Abrazarnos: sentirnos queridos, nos hace sentirnos valiosos. Y, además, si el abrazo nos lo damos nosotros mismos, nos puede ayudar a conectar con nuestros sentimientos, a perdonarnos por nuestros errores y a aceptarnos tal como somos.
  5. Ten en cuenta que el esfuerzo, la tenacidad, es algo muy valioso en una persona, pero no se le suele dar la importancia que realmente tiene. Apunta en un cuaderno, todos los días, una cosa en la que te hayas esforzado, aunque haya sido ir a trabajar, hacer la compra, tareas en casa... No importa la actividad, lo que importa es tu esfuerzo. Siéntete orgulloso de haberlo hecho a pesar del cansancio o de la falta de ganas, y date cuenta de las pequeñas cosas que consigues todos los días, gracias a ello, a tu tenacidad... gracias a tí.

lunes, 24 de abril de 2017

NO SOMOS SUPERHÉROES


Todos tenemos la idea de que quien sobresale, quien es más listo, quien hace mejor una determinada actividad, es mejor que el resto de la gente. Se premia lo que destaca frente a la normalidad... o la mediocridad. Tenemos la idea de que quien es "normal", en realidad es "mediocre". Los subestimamos. No valoramos con buenos ojos sus capacidades o su esfuerzo porque no son tan buenas como las de los otros.

A todos nos gusta lo mejor. Nos enseñan de pequeños a admirar a los que ganan, a los mejores. ¿Cuántos seguidores tienen los grandes equipos de fútbol? ¿Y, en cambio, los equipos locales? ¿Acaso son mejores en todos los aspectos los jugadores profesionales que quienes tienen que dedicarse a otra profesión y sacar tiempo a parte para poder entrenar?

Al mismo tiempo, crecemos con las exigencias de nuestros padres. Tenemos que sacar buenas notas, en todo. Si se nos dan mal las matemáticas, nos apuntan a una academia. Cueste lo que cueste, hay que sacar buenas notas. Nos volvemos esclavos de las exigencias... y de las comparaciones... Porque los padres conocen a más niños de nuestra edad, y siempre, alguno, sobresale. Las comparaciones son odiosas, eso lo sabemos todos. Pero no nos damos cuenta que las exigencias de rendimiento también son comparaciones. Si nuestro rendimiento es "bueno" o es "malo" es porque lo estamos comparando con algún punto, con alguna referencia, que alguien marca. Y eso, frustra. Nos hace luchar contra algo que cuesta, y desgasta.

Y así, crecemos con la idea de que tenemos que rendir en todos los aspectos. Tenemos que hacerlo todo bien. Si queremos triunfar, tenemos que ser el mejor de nuestra promoción. Tenemos que saber inglés, porque los idiomas son muy útiles y necesarios hoy en día. Tenemos que hacer deporte, aunque pasemos 12 horas fuera de casa por el trabajo.

Cuanto más cosas haces, más valor tienes. Más admiración recibes de los demás. ¡Qué grato es que te digan "yo no podría hacerlo tan bien como tú"! O eso de "¿y cómo te da tiempo a hacer tantas cosas?"

Nos gustan los halagos de los demás. Y como queremos que nos halaguen... nos esforzamos. Pero al crecer con estas ideas, llega un punto en que ya no sólo lo hacemos porque consigamos que los demás nos den atención o aprecio... lo hacemos porque creemos que tenemos que hacerlo. Tenemos que trabajar, hasta el punto de dejarnos la piel en el trabajo. Tenemos que hacerlo todo perfecto, destacar, para ascender, o para que no nos despidan. Y pasamos así todos los días.

¿Por qué es tan doloroso que nos despidan? Incluso sin tener necesidades económicas, nos duele. Porque creemos que ya no somos valiosos para la empresa, que no hemos hecho las cosas bien. Aunque hayamos echado horas extra sin cobrarlas, o hayamos hecho trabajos que corresponden a otros puestos... si nos echan, nos echamos nosotros mismos la culpa. Pensamos que tendríamos que haber sido más rápidos, más ingeniosos, más efectivos... Nos causamos dolor a nosotros mismos porque nos valoramos menos de lo que realmente merecemos. Porque nos han enseñado a valorar sólo los resultados, no el proceso, ni el interés, ni el esfuerzo.

Se nos olvida que somos personas de carne y hueso, o directamente, no queremos serlo. Queremos convertirnos en algo que no somos: superhéroes. Y luchar contra eso, sólo nos genera sufrimiento.

Si aceptamos nuestras capacidades al mismo tiempo que nuestros defectos, podremos encauzar nuestra vida hacia actividades y exigencias que estén a nuestro alcance. No quiero decir que no intentemos conseguir metas, si no darnos cuenta de que no todas podremos alcanzarlas... pero muchas de ellas, sí. Si nos dirigimos hacia aquellas que supongan un reto, pero que con esfuerzo e interés las podamos conseguir, nos sentiremos mucho más satisfechos y realizados que esforzándonos por algo inalcanzable, que sólo nos hará sentir frustración. 

Abandonemos la necesidad del hacer. No se es peor por estar en paro o por no tener ninguna actividad o meta que cumplir. Aceptémonos. Disfrutemos de la vida tal cual nos llega. La vida no es una competición, sólo un camino.

martes, 11 de abril de 2017

PREJUICIOS

El pensamiento humano funciona a partir de categorías. Es decir, agrupamos las cosas en grupos, porque eso nos ayuda a organizar lo que sabemos y a entender mejor cómo funciona el mundo. Por ejemplo, sabemos que un avión es un medio de trasporte, al igual que un barco o un coche. Eso nos ayuda a saber la finalidad que tiene ese objeto. O saber que un gato es un ser vivo, nos sirve para saber que se alimenta, crece, se reproduce, y muere, al igual que lo hace un perro o una planta... pero que es distinto, por ejemplo, que una silla.

El "tener" todos nuestros conocimientos organizados en categorías o grupos, permite a nuestro cerebro funcionar más rápido. Así, le es más sencillo buscar la información que necesita, porque sabe a qué categoría pertenece y, además, todas las categorías están relacionadas unas con otras, por lo que tiene otra mucha información disponible que puede ser de utilidad. Por ejemplo, si se nos estropea el coche, sabemos que tenemos que llevarlo a un mecánico (son dos conceptos distintos, que están en categorías distintas, pero que están relacionados).

Por esto nos es tan útil la forma en que nuestro cerebro organiza la información que aprendemos del mundo, porque nos facilita el desenvolvernos en él, el adaptarnos a los cambios gracias a esos conocimientos y el poder buscar una solución rápidamente a las dificultades que se nos presentan.

Sabemos conducir distintos coches porque sabemos que todos funcionan igual. Damos patadas a los balones porque son redondos y sabemos que rodarán si lo hacemos. Y de esta misma forma, aprendemos a relacionarnos con las personas.

Todos clasificamos a las personas según distintas categorías (que varían según la importancia que le dé cada uno a ciertos aspectos). Todos lo hacemos. Es algo normal, porque nuestro cerebro ha aprendido evolutivamente a hacerlo. Cuando una persona "mete" dentro de una categoría concreta a otra, surgen expectativas sobre cómo esa persona se comportará en determinadas situaciones, porque la categoría en la que está metido la relacionamos con algunas ideas. Por ejemplo, una persona puede pensar que una chica que se ha teñido el pelo de rubio es superficial y tonta, porque lo eran las niñas de su instituto que se teñían el pelo de rubio. Esto es un prejuicio (un juicio que hacemos de otra persona antes de conocerla, sin tener la información necesaria para saber si es real o no la opinión que nos hemos creado).

El caso es que es muy sencillo que los prejuicios aparezcan, porque nos hacen el mundo más "sencillo". Si pienso que una persona con determinado aspecto puede ser peligrosa, no me acercaré a ella, y me sentiré tranquilo por haber evitado un problema. 

Lo malo de los prejucios es que nos hacen juzgar por la superficie. Es el exterior, el aspecto, lo que nos da a entender si algo es bueno o no para nosotros. A simple vista, no podemos ver si una persona es más o menos inteligente. Esto nos impide hacer categorías y prejuicios de cómo se comportan los que son listos y los que son tontos. Pero es muy sencillo distinguir a las personas por el color de su pelo, de su piel o por la ropa que llevan puesta. Si van con traje, pensamos que van a trabajar a una oficina y que son personas "importantes". Podremos pensar, en ese caso, que es una persona inteligente, aunque no tiene por qué serlo. El caso es que lo trataremos como si lo fuera, y evitaremos "malas compañías" sólo por su aspecto. Rechazaremos a gente sólo por su nacionalidad, su religión, su piel, su ropa... Esto hace daño a aquellos que son rechazados. Realmente, rechazamos, evitamos, huimos y hacemos daño a personas sin llegar a conocerlas, sólo por la impresión que nos dan. Pero no nos damos cuenta de que ellos comparten con nosotros mismos muchas más cosas de las que nos diferencian.

Todos somos seres humanos. Todos nacemos de una madre y un padre. Todos tenemos órganos. Todos tenemos corazón. Todos tenemos sentimientos. Todos tenemos seres queridos. A todos nos quiere alguien. Todos tenemos necesidades. Todos tenemos problemas. Todos tenemos ideas y opiniones. Todos respiramos.

Una persona no puede describirse por una sola característica. Una persona es muchas cosas a la vez. Y es injusto que sean tratados sólo por una de ellas, que en muchas ocasiones, no puede elegirse, si no que le viene dado a la persona desde su nacimiento.

Démonos cuenta de los prejuicios que tenemos. Y no los hagamos caso. Si rompemos nuestros prejuicios, conoceremos un mundo más grande, más igualitario y más humano.

Os dejo un vídeo que encontré hace tiempo y que expresa muy bien esta idea: compartimos por dentro mucho más de lo que nos distingue por fuera.




lunes, 6 de marzo de 2017

EL PODER DE LA DEPRESIÓN


Hace tiempo, vi este cortometraje que hoy quiero compartir. Ilustra muy bien un problema muy común que nos puede pasar a cualquiera, en algún momento, a lo largo de nuestra vida: la depresión.


Hay personas que confunden la depresión con la vagancia, con la tristeza... Piensan que es una excusa para no ir a trabajar, que no es para tanto, que ellos también tienen problemas y siguen adelante... Estas personas no entienden el calado de la depresión en la vida de una persona. La depresión no es "una simple tristeza", es la tristeza multiplicada por 1000.

Como se ve en el vídeo, la depresión puede surgir por un problema cualquiera. A veces es más pequeño, otras, más grande. El caso es que, ese estado de malestar, nos quita las ganas de hacer aquellas cosas que nos gustan, que nos apasionan. Nos aleja de aquello que nos hace sentirnos bien (por ejemplo, tocar un instrumento). Y como nos vamos alejando de aquello que nos hace felices, cada vez estamos más desanimados. Cada vez tenemos menos ganas. Dormimos peor, nos alimentamos peor. El cuerpo no tiene fuerzas para enfrentarse a la vida diaria. Y como se hacen menos cosas, tenemos más tiempo para pensar. El problema es que pensando, sólo hacemos más grande el problema, entramos más en él. Es como adentrarse más y más en una cueva cada vez más oscura. Hasta que llega el momento en el que nos giramos, y no vemos nada, no sabemos dónde estamos, y mucho menos, cómo podemos salir de ahí.

Además, ese horrible estado está siempre presente. No se desvanece temporalmente. SIEMPRE está ahí, día tras día. Por eso, algunas personas intentan evadirse de él consumiendo alcohol y/o drogas. Pero esto no hace más que aumentar los problemas de la persona a largo plazo.

La depresión afecta a todos los aspectos de la vida de la persona, porque está siempre presente. Afecta en la vida social, porque la persona se retrae, deja de salir, deja de hablar con los demás... Afecta en su trabajo, porque no está pendiente de lo que hace, porque está cansado y no rinde... Hace que la persona se abandone (deja de cuidarse, de preocuparse por su aspecto, de preocuparse por sí mismo). Él/ella sólo pueden pensar en lo horrible que es su vida, en lo terrible de lo que les ha pasado... Se obsesionan con ello y no pueden pensar en nada más... Como cuando Floyd se aferra una y otra vez al anillo que había comprado, y su problema crece, y crece, y crece, y lo desborda todo.

Por todo esto es tan dura la depresión. Pero se puede salir de ella, encontrando un motivo, algo que nos vaya devolviendo poco a poco la confianza en la vida, en nosotros mismos. Ese instrumento que nos haga sentir tranquilidad, bienestar, que nos haga sonreír. Y agarrarnos a ello. Nuestra salvación puede ser una afición (leer, bailar, hacer deporte, pintar, escribir...), una mano amiga, un animal, cumplir nuestros valores (por ejemplo, hacer voluntariado, cuidar de alguien, lograr nuestros objetivos, ser honestos)... Cuanto más rica sea nuestra vida (es decir, cuantas más actividades realicemos, más personas tengamos cerca, que nos hagan sentir bien), más fuertes seremos ante la depresión, porque tendremos más cosas a las que agarrarnos para no perdernos en la cueva.

Si te sientes mal, no te quedes en casa. Sal, baila, canta, habla, cocina, lee, escucha, juega, abraza, corre, besa... No dejes que crezca la tristeza en ti. Y si no puedes hacerlo solo, busca ayuda. Todas las cuevas tienen salida, sólo hay que encontrarla.

domingo, 19 de febrero de 2017

EDUCAR NIÑOS SANOS


Hoy he visto una foto compartida en una red social, y me gustaría compartirla.


Hace poco, ha habido noticias de padres que se ponen agresivos en los partidos de fútbol de sus hijos. Son actos que no podemos consentir, y mucho menos, enseñar a los niños. Un partido es un juego, es para disfrutarlo, entretenerse...

Pero, ¿por qué ocurre? Realmente, no puede saberse. Nadie sabe lo que se les pasa a esos padres por la cabeza en ese momento, ni la situación que están viviendo ni qué hace que reaccionen así. Pero  hay cambios en la sociedad que nos pueden dar una idea de qué puede estar pasando.

1. Sobreprotección. Es la tendencia a evitar cualquier problema a un hijo (por así decirlo... solucionarle la vida). Puede ir desde atarle los cordones de las zapatillas aunque ya sepa hacerlo, a gritarle a un profesor porque le ha castigado. La consecuencia de esto es que el niño se acostumbra a no hacer nada, a que siempre le resuelvan sus problemas, y cuando comete errores, a que se les proteja de las consecuencias. Esto no es bueno, en primer lugar, porque no aprenderán a ser personas independientes, activas y resolutivas, no sabrán enfrentase a la vida. En segundo lugar, no aprenderán lo que no tienen que hacer, porque cuando hagan algo mal o que no deben, no tendrá consecuencias para ellos. Conseguirán aquello que querían en ese momento, y no importará lo que eso haya podido provocar.
2. "Yo quiero que mi hijo tenga todo lo que yo no tuve" = Consentirlo. Hay una parte fundamental en el desarrollo de los niños que puede pasar desapercibida... la frustración (no tener/conseguir aquello que se quiere). Todos los niños pequeños quieren tener cosas, se encaprichan enseguida de cualquier juguete o cualquier chuchería. Son pequeños y no entienden que el dinero se acaba, ni lo mucho que cuesta conseguirlo. Por eso tienen rabietas cuando no les damos lo que quieren. Se sienten muy mal porque quieren algo y nosotros no se lo damos. Pero el hecho de que se queden con las ganas les va enseñando algo vital: no se puede tener todo en la vida. Por eso, si siempre se consienten sus caprichos, se les compra cosas constantemente, y se les regala todo lo que piden, no llegarán a aprender ese mensaje de la vida en la infancia. Crecerán pensando que la vida, que el mundo, que nosotros, estamos ahí para satisfacerlos siempre. Y llegará un momento en que no podremos hacerlo. Entonces, Tendremos a un niño/a de 15, 16, 17, 20... años con rabietas. Un adolescente que no puede tolerar no tener algo que quiere, y que puede recurrir a la violencia para conseguirlo, porque no puede aguantar no tenerlo. No ha aprendido a hacerlo.
3. "Con el poco tiempo que paso con él, no quiero que esté castigado" = Falta de normas. Hace años, muchas familias podían vivir con el trabajo del padre, mientras la madre se quedaba en el hogar cuidando de los hijos. Hoy en día, sea por la situación económica, que obliga a ambos padres a trabajar; bien porque las madres quieren desarrollarse profesionalmente, lo que ocurre es que los niños son educados prácticamente en el colegio. Pero esto no es suficiente. El pilar básico de la educación es la familia, por la relación de los niños con los padres; y porque no sirve que en el colegio se les enseñen normas si en sus casas no las hay. Los padres de hoy en día pasan poco tiempo con sus hijos por el trabajo, y por eso, quieren pasarlo bien con ellos cuando pueden verlos. Es algo completamente comprensible, pero es algo completamente insano para sus hijos. Si un niño se comporta mal, hay que regañarle, y castigarle si es necesario. Un niño que crece sin normas no las aceptará nunca, y la vida, el trabajo... están llenas de ellas. Sin normas, lo único que aprende un niño es que puede hacer lo que quiera porque nunca pasa nada por ello. Y eso, sólo hará que no se adapte ni en los estudios, ni en el trabajo, ni en la sociedad.
5. "Mi hijo va a ser..." = Altas expectativas. Hay padres, en cambio, que pecan en el otro sentido. Quieren que sus hijos consigan ser los mejores: médicos, abogados... lo que ellos mismos no pudieron ser. Para eso, le llevan a muchas actividades extraescolares, le exigen que saquen notas elevadas... Son tan exigentes que pueden generarle más problemas por las exigencias (angustias, tristeza... por exigirle más de lo que puede dar) que conseguir que se desarrollen. Ningún niño puede ser bueno en todo. Ningún niño puede dedicar todo su tiempo a una única actividad. Todos los niños necesitan descansar y jugar. Convertir una actividad lúdica (como el fútbol) en una competición y una exigencia, le quita todo el placer. Ya no es divertido, ya es una obligación. Ya no es "pasar un rato con mis amigos", ya es "tengo que marcar gol y ganar".

¿Qué podemos hacer para que esto no ocurra? Amor, comprensión y normas
Un amor incondicional, que dé confianza al niño, que se sienta seguro para avanzar, sabiendo que si se cae y no se puede levantar, le ayudaremos,
Comprender que nadie es perfecto, que los niños también tienen dificultades, que sufren por no poder conseguir todas las metas que tienen que alcanzar... Y hacer que ellos sepan que los comprendemos.
Y normas, para que sepan que la vida no es fácil, que no siempre podrán tener todo lo que quieran o se propongan, pero que con esfuerzo, sí podrán conseguir por ellos mismos muchas cosas.